Columna de Paula Escobar: Flor de escándalo



Se sacó fotos desnudo él y a su expareja. Luego, el diputado Raúl Florcita Alarcón las compartió vía WhatsApp. La expareja hizo público esto en redes sociales y en una entrevista en el medio digital La voz de los que sobran, donde agregó que el diputado la había violado mientras dormía, tras haber tomado somníferos. La Comisión de Ética de la Cámara investigó y esta semana decidió aplicarle una inédita doble sanción, por difundir imágenes íntimas suyas y de una tercera persona sin su consentimiento. Le dio la multa monetaria más alta que podía imponer y una censura. “Dañó gravemente la credibilidad del Congreso”, dijo Bernardo Berger, quien presidió la comisión. La denuncia por violación está siendo investigada por la Fiscalía Oriente.

El diputado (cargo al que llegó en 2018 representando al Partido Humanista y bajo el paraguas del Frente Amplio) contestó a este castigo desde su casa, pues se encuentra con licencia médica por 21 días, y mientras la PDI se llevaba su computador y teléfono. No se veía enfermo, en todo caso, cuando dijo que era todo falso, que todo fue consensuado. Que lo de los WhatsApps fue un error: que había sacado las fotos, pero sin querer las puso en su estado de Whatsapp, pues es muy torpe con la tecnología…

Alarcón dice que en Chile no se respeta la presunción de inocencia -sin reconocer la resolución ética de la Cámara y su gravedad-, y como si esta presunción significara que no se puede investigar e informar un caso hasta que se tenga fallo final de la Corte Suprema. Y esto es especialmente grave en el caso de un diputado, una autoridad de la República, cuyos actos deben ser fiscalizados justamente por su alta investidura y poder. Para este diputado ¿las denuncias graves contra las autoridades nacionales no se pueden analizar, opinar, reportear, hasta que haya fallo final del máximo tribunal?

El diputado agregó que había unas “feministas terroristas” en la Cámara que lo estaban persiguiendo. Y que se dedicaría a su defensa de ahora en adelante. Una que tendrá tiempo y recursos para pagar, pues su sueldo de más de nueve millones de pesos, sumados a su licencia médica, le dan la posibilidad de contratar abogados, empresas de comunicación estratégica y de lobby, o lo que sea que necesite para enfrentar a la Comisión de Ética, a la Fiscalía y a los medios.

El diputado Alarcón es un personaje público hace décadas. Se hizo famoso en el Festival de Viña de 1977 y el de la OTI de 1978, cantado raros hits como Gente o Pobrecito mortal. Era el artista excéntrico, que cantaba diferente, que vivía en otra órbita y que se convirtió por eso en personaje de culto. Muchas veces trató de ser electo como parlamentario, pero lo logró solo en 2017, dentro de la coalición frenteamplista que quería “refrescar” con “caras” distintas a la que consideraban decadente política chilena. Una dosis de calle, de margen, para un Congreso aburguesado y achanchado, “elitista”. Un aire fuera del sistema, que llenara de raros colores y gestos provocadores el hemiciclo. Él dijo que fue “por si las moscas” y que nunca pensó ganar, que le pidieron que fuera para que el PH no “perdiera legalidad”. Y desde que salió electo, disfraces y shows y cuñas no han faltado. Dijo que no leía proyectos de ley porque “no voy a entender nada, y porque no es grato”; que no sabía sumar más de dos dígitos (y estaba en comisiones económicas); que tomaba un diluyente para estar saludable. Incluso, en la pandemia pidió al Minsal recomendar el dióxido de cloro (prohibido por el ISP por toxicidad). Pero qué les importaba a sus exsocios, si él estaba ahí, justamente, para eso: “epatar”...

Ahora que la Comisión de Ética lo ha sancionado por sus fotos desnudo y por difundir las de una expareja -y queda la parte más grave en manos de la justicia-, es importante que reflexionen quienes le dieron el espacio para desplegarse e influir políticamente.

Aparte de las diputadas de la bancada feminista -las “brujas” que tanto aterran a Alarcón-, y de solo algunos miembros del Partido Humanista, no se han escuchado voces tan indignadas o tan estridentes en la condena, especialmente en algunos líderes del Frente Amplio. Es como si quisieran dar vuelta la página luego. Si no les parece tan grave lo sucedido, sería importante sincerarlo, para que las y los votantes lo ponderen. ¿O es que si el denunciado es (era) uno de los “suyos”, importa menos la degradación y humillación de una mujer? ¿No era, justamente, una política cínica y oportunista, carente de principios, la que venían a combatir como joven y pura coalición frenteamplista? Si hubiera sido un diputado de otro sector, ¿el silencio o el tono serían iguales?

La violencia contra la mujer es una de las vergüenzas nacionales. Su repetición, su aumento, su impunidad no admiten doble estándar ninguno.

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