Columna de Rafael Sousa: Proceso Constitucional: Tres escenarios que debieran alertarnos

Pleno de la Comisión Experta



En coyunturas críticas, cuando hay mucho en juego y poco tiempo para resolver, los caminos al éxito suelen ser pocos y muchos los que llevan al fracaso. En el caso del proceso constituyente, las escasas vías conducentes al éxito a estas alturas debieran saltar fácilmente a la vista para un observador medianamente atento. Éstas debieran incluir un número importante de características -algunas de simple convivencia- como intención de llegar a un buen resultado, disposición hacia los acuerdos, respeto y consciencia de que nuestra sociedad pide cambios que signifiquen un salto al frente, no al vacío. Poco de esto vimos en el proceso anterior, cuyo destino fue el que conocemos. Sin embargo, pese a que aquella Convención Constitucional recorrió varios de los caminos que llevan al fracaso, también dejó muchos por recorrer. El punto es que el proceso en curso puede fracasar por motivos muy distintos del anterior. En este sentido, es posible anticipar al menos tres escenarios que debieran alertarnos que algo podría salir mal.

En primer lugar está el riesgo de electoralización de la Comisión Experta, dado que dos de los tres meses de su trabajo inicial van a haber coincidido con el periodo de campaña para Consejeros Constitucionales. Estos efectos no se han sentido porque la campaña todavía es tibia y las iniciativas de normas propuestas por los expertos recién se empiezan a conocer. Pero la elección de los consejeros se celebrará cuando las subcomisiones de la Comisión Experta estén en plena deliberación y votación, por lo que los candidatos de los extremos tendrán un fuerte incentivo para atacar las propuestas que estén en discusión o reclamar agresivamente la inclusión de artículos que estén fuera del debate, minando la confianza en el trabajo de la Comisión y, por esta vía, la confianza pública en el proceso. El incentivo al discurso de desprestigio crecerá en la medida que las encuestas muestren una baja favorabilidad hacia las iniciativas que van avanzando (según Cadem, hoy un 34% se inclinaría a favor y un 44% en contra).

Una segunda señal que debiera alertarnos es el posible desequilibrio de fuerzas en el Consejo Constitucional que elegiremos el 7 de mayo. La estimación del ex diputado Pepe Auth sobre la elección de Consejeros considera un escenario en el que la suma de escaños de Chile Vamos, el Partido Republicano y el Partido de la Gente, podría quedar a un voto del quórum de 3/5 necesario para aprobar normas. De hecho, en el plebiscito del 4 de septiembre, la alternativa Rechazo logró 3/5 de los votos. Esto no significa que, necesariamente, quienes estuvieron por esa opción vayan a recibir un 60% de los votos, pero si el electorado castiga masivamente a quienes estuvieron por aprobar ese texto, podríamos enfrentarnos a la paradoja de que la nueva propuesta sea escrita por quienes no querían hacerlo, en un contexto en que todavía, la mayor parte de la ciudadanía quiere una nueva Constitución. En lo que la pasada Convención pecó por exceso -de cambio- el nuevo Consejo podría pecar por escasez.

Por último, cerca del 7 de noviembre, el Consejo deberá someter a votación de sus integrantes la propuesta final de texto. Ese promete ser un punto álgido, que no existió en la experiencia anterior y que, más que al juicio ecuánime de los consejeros, estará en buena parte sujeto a la favorabilidad que el texto muestre en las encuestas, indicador que hoy se encuentra en zona negativa.

Si el proceso constituyente de 2021-22 fue un tren con fuerza pero sin rieles, el actual podría ser lo contrario. La diferencia es que un nuevo fracaso no caería solo en los hombros de los órganos llamados a redactar el texto y controlar el cumplimiento de sus bases institucionales, sino en el sistema político en general. Hoy el proceso está cuesta arriba en términos de opinión pública y veremos si a partir de mayo también lo está en términos de viabilidad política. La buena noticia es que hay margen para revertir la situación. Para este efecto, no basta con evitar los vicios conocidos –los excesos en las formas, las excentricidades en el fondo, el desprecio por nuestros símbolos y tradiciones, el ridículo–, sino que se hace necesario que quienes concurrieron al acuerdo que habilitó este nuevo proceso, quienes lo apoyaron desde distintas tribunas y quienes –ojalá- puedan sumarse de buena fe a este esfuerzo pese a no haberlo apoyado inicialmente, estén dispuestos a alertar y enmendar con decisión los nuevos rumbos que puedan hacerlo fracasar.

Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP

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