Columna de Ricardo Abuauad: Un lugar de la memoria

Foto: Andres Perez


Dado lo ocurrido en Baquedano y la Zona 0, parece natural que una remodelación destine un espacio a lo que Pierre Nora llamó un “Lugar de la Memoria”. Porque de eso se trata el valor de los espacios públicos, de su carga simbólica y de las experiencias compartidas en ellos, y pretender borrar eso, o pasarlo por alto, sería una ceguera.

Pero no de cualquier manera.

Un “Lugar de la Memoria” es, además de una instancia para recordar, una forma de reparación de una sociedad herida por un pasado que la ha marcado, que la divide. Pero para que este “lugar” reconstruya lazos y funcione como puente de unión (lo que sería deseable dada la polarización en que vivimos), se debe tener claridad sobre lo que se quiere relatar. El tema entonces no es si conviene recordar, sino qué se recordará exactamente, a riesgo de que un relato incompleto o parcial aumente la división. ¿Se recogerán las experiencias dolorosas de todas las personas afectadas, de las que sufrieron por la respuesta de Carabineros y también de las que experimentaron pérdidas patrimoniales o de fuentes laborales, las que vieron arder sus iglesias y monumentos? ¿O se impondrá una versión única? Y eso lleva a una segunda cuestión, igual de importante: ¿cómo y a quién le corresponde canalizar esta reflexión? Para que el objetivo último de esto se concrete, el proceso es tan importante como el resultado, y debe ser conducido de manera tal que los involucrados, todos ellos, tengan voz: el relato no puede ser resultado de un grupo de presión. Ello incluye, por ejemplo, el nombre: un “jardín de la resistencia”, en una situación como la actual con altas tasas de aprobación a Carabineros, difícilmente será de consenso.

Los hitos en el espacio público impuestos por la fuerza, que pretenden instalar una versión de los hechos, además de ser foco de división, tienen sus días contados: no hay más que mirar el destino de la “Llama Eterna de la Libertad” en el “Altar de la Patria” (nombres rimbombantes que solo son posibles cuando no hay contraparte), solo unas cuadras más al poniente de Baquedano, encendida por Pinochet, atacada cada vez que fue posible, y apagada luego en el gobierno de Ricardo Lagos. Lo que sería peor que vaciar un espacio público de su carga simbólica, sería imponerla de una forma equivocada que la destinara a ser fuente de deterioro permanente y, a la larga, a ser borrada tan pronto fuera posible.

Por eso es que estos “Lugares de la Memoria” se materializan más bien cuando los años pasan, cuando un juicio reposado permite ver las cosas con calma. La noticia del relanzamiento del Eje Alameda-Providencia es notable, y sus arquitectos también lo son. Pero si a las dificultades propias de un proyecto así le sumamos el tener que ponernos de acuerdo sobre este relato ahora, en la mitad de un proceso convulso e incompleto, sobre el que no se tiene aún distancia histórica, seguramente le estaremos poniendo más obstáculos a la indispensable recuperación de nuestro centro, que -eso sí- no puede esperar.

Por Ricardo Abuauad, decano Campus Creativo UNAB y profesor UC

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