Columna de Rodrigo Guendelman: El Tribunal Constitucional



Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

“Entonces sus ministros se pusieron en el caso de que les invadieran con bombas molotov: diseñaron un protocolo que incluyó elegir dos o tres bodegas que improvisaron como cuartos seguros y compraron extintores esféricos para lanzarlos de vuelta. Hicieron simulacros y concluyeron que en el peor escenario tenían unos 10 minutos para que los rescataran”. No, no es ciencia ficción. Es lo que informaba este diario hace unos días acerca de la alerta de seguridad que activó La Moneda ante la presión por el tercer retiro. Y los ministros de los que habla son los integrantes del Tribunal Constitucional. El mismo organismo que desde septiembre de 2016 está instalado en el edificio más lindo de Santiago: la ex Caja de Crédito Hipotecario.

A estas alturas de la semana, el riesgo se ha esfumado debido a que no fue acogido a trámite el requerimiento de La Moneda. Pero en cualquier momento, este extraordinario espacio de la capital puede verse nuevamente amenazado. Por eso es importante ponerlo en valor. Describirlo. Conocerlo, por mientras, a través de palabras e imágenes. Hablamos de un edificio que no sólo tiene como característica su belleza. Lo que deslumbra de la ex Caja de Crédito Hipotecario en términos estéticos, se iguala con su importancia social e histórica. Y todo, cada detalle de su arquitectura, de su interiorismo, de su rol en la sociedad chilena por décadas, es notable. Por eso, esta columna es un humilde llamado a cuidar este hito patrimonial que a todos nos pertenece. Diseñado por uno de los grandes arquitectos de nuestra historia, Ricardo Larraín Bravo (Iglesia de los Sacramentinos, Palacio Iñiguez), quien era el jefe de la Oficina Técnica de la Caja de Crédito Hipotecario, el proceso constructivo tomó media década, de 1915 a 1920. Se realizó casi completamente con operarios y materiales chilenos, salvo los vitrales, y su vocación de edificio público explica los amplios espacios de atención para las personas, así como su ubicación céntrica: Huérfanos 1234.

Pero ¿qué era la Caja de Crédito Hipotecario?: la precuela del Banco del Estado de Chile. La Caja nace en 1855 y es clave para el desarrollo de la agricultura, así como para que los obreros pudieran adquirir viviendas. Acogiéndose a beneficios y franquicias de la ley de Habitación Obrera de 1906, la Caja construyó viviendas que, al ser finalizadas, se transferían a las Cajas de Ahorro, las cuales se vendían a los ahorrantes a precio de costo, pagaderas con abonos mensuales, bajo interés y largos plazos. Y, desde 1911, financiaron también préstamos para la edificación. ¿Un ejemplo famoso? La Población Modelo Huemul (1911-1918), diseñada también por Ricardo Larraín Bravo. Estimular el ahorro era una labor fundamental para la Caja.

De hecho, se le consideraba un valor moral y uno de sus grandes objetivos era la promoción e instauración del ahorro como hábito social. Tanto así, que entre 1921 y 1924 se publicó la revista “Ahorro” y uno de los ocho vitrales ubicados en la cúpula central del edificio es una iconografía del ahorro, representado por un hombre joven, con una cornucopia (cuerno que simboliza la abundancia) colmada de monedas.

“El mensaje es que por medio del ahorro se puede lograr la riqueza”, explica un muy buen libro de Ediciones del Archivo Central Andrés Bello. Un apunte acerca de los vitrales realizados en los talleres de Charles Champigneulle, Francia: conocedores y expertos en el arte del vitral están de acuerdo en que la ex Caja de Crédito Hipotecario contiene uno de los más importantes conjuntos de vitrales conservados en Chile y el que mejor representa al Art Nouveau. Basta pararse bajo la cúpula para quedar boquiabierto por la belleza. Una sensación que se complementa con los muros pintados por Fray Pedro Subercaseaux, gigante de la historia del arte en nuestro país. En la ex Caja de Crédito Hipotecario está, quizás, el trabajo más logrado de Subercaseaux. Y esas son sus palabras. Fray Pedro hace un fantástico recorrido visual a través de las paredes del edificio. La protección y la fertilidad, las labores domésticas, el trabajo y la producción, todas son temáticas que este artista combina con representaciones alegóricas a los valores populares: honra y crimen, usura y hogar, miseria y auge, descrédito y ahorro, virtud y vicio. Tan estético como didáctico. Nuevamente, la belleza aturde.

No existe otro edificio antiguo en Santiago que sea tan hermoso y, al mismo tiempo, esté tan bien cuidado. Habría que sumar el antiquísimo ascensor, uno de los primeros de Chile; las columnas y arcos, el vacío vertical del hall, la albañilería revestida de estucos, las robustas puertas de madera, los pisos de mármol, los cantos de bronce, la manera en que la luz juega con la oscuridad, las lámparas, las aldabas y cerraduras, las rejas, los detalles de las escaleras. Se trata de un edificio que nació como obra pública y que lo sigue siendo cien años después, hoy con el Tribunal Constitucional a cargo de su cuidado y de abrir las puertas a los ciudadanos en horario similar a un banco. Un lugar desde donde el Estado se preocupó de los más necesitados, un espacio de enorme valor republicano y patrimonial. Un edificio de todos, de Chile, que hay que valorar, conocer y cuidar.

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