El comité político funcional

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El Presidente Piñera y sus ministros, el 8 de diciembre pasado, en el consejo de gabinete realizado en Quillota. Foto: Aton


La mayor presión por el cambio de gabinete curiosamente viene desde Chile Vamos, la coalición oficialista. La prensa escrita ha estado llena de conversaciones en sordina, donde las figuras de los partidos de derecha critican el aparente poco peso de los ministros de La Moneda y, en especial, el excesivo rol público que ha tomado el Presidente de la República. Como suele suceder, las peleas en la derecha son las mejores. Alguien alguna vez escribió que son como El Padrino, donde se mandan a matar mientras están en misas y matrimonios. Por ello, la salida en masa del comité político a la prensa fue para mandar los correspondientes pescados envueltos y cabezas de caballo a su propia coalición.

Pero más allá del folclor asociado a las peleas de la derecha, vale la pena preguntarse si este comité político es parte del problema o de las soluciones. Hay que recordar que su origen viene del grupo que ejecutó la campaña presidencial de Piñera y sostuvo su fundación. Juegan de memoria, y aunque tienen militancias en los partidos de la centroderecha, su principal lealtad es con el Presidente, a quien le deben su espacio público, como confesó honestamente la vocera en su entrevista a este medio.

Por otro lado, para Piñera, que ha decidido ser el líder de todo, este comité político que no tiene otra agenda que no sea ejecutar sus instrucciones, le funciona de maravilla. Como el Presidente siempre estudia a su antecesora, sabe el error que cometió ella al sacar a través de la TV a su primer comité político y volver a La Moneda a compartir con verdaderos extraños. Esto la hizo refugiarse en un segundo piso que tenía más entusiasmo que talento y con ello una larga serie de errores que incluyeron la pelea con Burgos, la decisión de sostener al general director de Carabineros o la rarísima ideología del legado, que ayudó a hundir las candidaturas presidenciales oficialistas.

Además de ello, han cumplido su rol. Los ministros de La Moneda fueron el fusible del caso Catrillanca, pues les afectó en su aprobación pública, pero no al Presidente. El ministro Blumel ejecutó bien la operación que llevó a la mesa de la DC a dar su visto bueno a la idea de legislar sobre la reforma tributaria, aunque en honor a la verdad, la negociación fue con los diputados y el presidente de la DC se subió al carro cuando estaban ya todos los panes cocinados.

Entonces, si el problema no es el comité político, ¿por qué el gobierno anda a los tumbos y su popularidad decae mientras aumenta el rechazo a Piñera? La razón es mucho más profunda, y quizá estructural. Piñera convenció a los ciudadanos que votar por él era sacar a Chile del letargo y podía, por su propia convicción, convertirnos en un país desarrollado. En los primeros días, el ministro de Hacienda, en vez de sincerar lo complejo que iba a ser para la economía chilena la guerra entre EE.UU. y China, se soslayó en este optimismo exagerado que no tenía ningún fundamento en los números económicos. Prueba de esta esquizofrenia económica eran las celebraciones semana a semana de las bajas del precio de los combustibles, como si el gobierno chileno tuviera alguna capacidad de influir en el mercado del crudo.

Pasados unos meses y ante la evidencia de que los problemas económicos en Chile siguen y en especial el alza del costo de la vida y las precariedades en el empleo, las personas culparon rápidamente a quien prometió, antes de tiempo, las soluciones mágicas. En esa metida de pata, no hay comité político que logre manejarla.

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