Comparaciones odiosas

FOTOS: PATRICIO FUENTES Y./ LA TERCERA


Por Ricardo Abuauad, Decano Campus Creativo UNAB y profesor UC

¿Son siempre “odiosas y mal recibidas” las comparaciones, como decía Cervantes? Es posible, pero, al menos en lo que a ciudades se refiere, ellas son también fuente de mejoras.  Y si la ciudad con la que establecer esa comparación es París, bueno, no sería la primera vez que miramos en esa dirección.

Anne Hidalgo acaba de anunciar la transformación del Periférico de la capital francesa: un anillo de 35 km de autopistas de circunvalación, de cuatro pistas por sentido, comenzado en 1958, y que se ha transformado en la vía más transitada (y congestionada) del país. ¿Se trata entonces de una propuesta para ampliarlo, de modo que los autos circulen mejor? Al revés. La idea es reducir pistas, aumentar la arborización, transformar las puertas de la ciudad en plazas verdes, y mejorar las condiciones de sus bordes para las 500.000 personas que viven en ellos. Por supuesto, esto va acompañado de un tranvía que, en los últimos años, casi reproduce el anillo a unos 300 m de la autopista, y que permite el mismo recorrido, pero en transporte público. En suma, cambiar el modelo de movilidad, de autopista a “cinturón verde”, de cara a la crisis climática y la revalorización de espacios urbanos. Incluso hay quienes sugieren suprimir completamente las vías para autos y reemplazarlas por un metro.

Por estos lados, y con una extensión de casi el doble del periférico francés, nuestra circunvalación Américo Vespucio también está en obras: la primera parte de AVO está cerca de terminar y podría comenzar a operar pronto. Porque nuestro anillo también se congestiona, genera bordes degradados, contamina. Pero la solución de los últimos años ha sido la de hacerlo más expreso, con menos interferencias con la trama de la ciudad, y para ello hundirlo (solo en el sector oriente), aislarlo (en todos los demás), o elevarlo (¡el horror de la Pirámide!), con obvias diferencias de estándar según el barrio que atraviesa. En resumen, hacerlo más autopista, más parecido al Periférico francés de los años 50 pero setenta años más tarde. ¿Cambio de paradigma, del auto al transporte público moderno y eléctrico? ¿Reducción de pistas, arborización? ¿Equidad en su solución entre el oriente de la ciudad y el resto? ¿Transformación de “anillo” a “corona de oportunidades”, como ha dicho la destacada arquitecta Carolina Katz? No, nada de eso.

La solución para el Periférico ha generado resistencia, como también ocurrió antes con la eliminación de la autopista del borde del Sena. Pero esta visión de ciudad mira al futuro. La nuestra, al menos en este tema, tiene décadas de retraso y reproduce lo que los países desarrollados hacían a mediados del siglo XX, no lo que llevan adelante hoy para corregir los errores de ese pasado que nosotros copiamos en 2022 sin pudor.

Las comparaciones son odiosas, pero a veces necesitamos mirarnos en esos espejos para comprender, con un poco de distancia, lo lejos que está el discurso en materia de ciudad de la realidad que construimos.

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