¿Condenar la violencia?

Protesta en Plaza Baquedano 14 de Febrero
14 de Febrero de 2020/SANTIAGO Incidentes , durante una nueva jornada de manifestaciones de d'a viernes desde que ha comenzado el estallido social el 18 de Octubre de 2019. FOTO:CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO


Se ha tornado un lugar común la discusión sobre la violencia a partir de las movilizaciones que se iniciaron en octubre del año pasado en Chile. Dicho debate atraviesa a todos los sectores políticos y a la sociedad en su conjunto. Hay quienes acusan a unos de no ser lo suficientemente explícitos respecto a la condena a los actos violentos, mientras hay otros que reparan en la violencia que se ha ejercido contra muchos manifestantes por agentes del Estado a partir del actuar de las policías y los varios informes de organismos internacionales que circulan, denunciándola. Mientras, se anuncia, además, casi como una profecía autocumplida, el inicio de un mes que estaría marcado por estos actos de violencia, dada la cantidad importante de movilizaciones programadas tras es cese del periodo estival, pero no existe en el horizonte un claro, riguroso y compartido esfuerzo para intentar comprender- lo que no es sinónimo de justificar- que hay detrás de las distintas expresiones de violencia de manera de buscar la mejor forma de dar una respuesta coherente no sólo desde las comunicaciones, sino que desde la política pública y desde la acción concreta de las autoridades.

La organización mundial de la salud define la violencia como "El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones". La violencia, en consecuencia, no tiene color político- aunque haya quienes en nombre de la ideología, la usen- causa un daño con distintos niveles de profundidad en la sociedad y está presente, mal que nos pese, desde siempre, casi como un fenómeno intrínseco a las sociedades. Al respecto, el Térmometro Social elaborado por la Universidad de Chile y el COES, señala que frente a la pregunta ¿por qué creen que algunos manifestantes recurren a la violencia? un 71,8% concuerda con que la razón de la violencia es porque es una reacción emocional a la frustración y descontento, un 69,5% está de acuerdo o muy de acuerdo con la idea de que aprovechan la ocasión para cometer delitos, entre otras alternativas. Es interesante constatar en este estudio que la prevalencia respecto a la primera y la segunda respuesta está claramente marcada por el sector político con el cual se identifica el encuestado, es decir, mientras las personas de izquierda creen que la violencia es una expresión de frustración de los manifestantes, las personas de derecha creen que es una excusa para cometer delitos. No es de extrañar, entonces, el correlato que el discurso de los sectores políticos tiene respecto al fenómeno. El problema es encontrar puntos de encuentro para poder enfrentar la situación de manera adecuada.

Hay violencia siempre en las sociedades, sin duda, en la historia de la humanidad ha sido un medio para la consecución de ciertos fines, pero hemos aprendido también que sus costos son muy elevados y requieren, por tanto, poner al centro la dignidad y la integridad del ser humano. Es preciso entender también que esta se manifiesta de múltiples maneras especialmente cuando las sociedades tienden a polarizarse. Aislar los fenómenos, comprenderlos y enfrentarlos es lejos mejor que relativizarlos o instrumentalizarlos, dado que la única vía posible para encontrar caminos de solución de la situación que vive Chile es una vía institucional que sea ampliamente legitimada por todos. Que no vaya a suceder que el camino para construir un nuevo pacto social se enrede en un espiral de violencia e indolencia, que finalmente se termine transformando en una amenaza para la paz social que todos requerimos.

En tal sentido, probablemente sea la hora de actuar, entender que la manifestación pacífica no es sinónimo de violencia, que ella es un derecho de las sociedades y que la condena es más que un acto retórico, es compromiso con la paz social y requiere, en consecuencia, una acción coherente y un diagnóstico claro, especialmente de quienes hoy ejercen el poder.

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