¿Consecuencias ambientales de la pandemia global?

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¿Vale la pena preguntarse, en medio de una pandemia que tiene al mundo en vilo, por algunas de sus implicancias ambientales? Tiene sentido, por cuanto están estrechamente relacionadas con sus impactos económicos y, más importante, con la salud de las personas.

El 2020 presentaría una fuerte reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), causante del cambio climático ¿Es una buena noticia? A corto plazo, por cuanto acredita que, a pesar de las declaraciones de los líderes mundiales, de la toma de conciencia de la población y de la acción climática multilateral, siguen siendo los combustibles fósiles la sangre que mueve la economía mundial.

Luego, a pesar de las múltiples advertencias de los impactos de la crisis climática, la economía global continúa acoplada a la emisión de gases de efecto invernadero. Parece descabellado e inviable que la única posibilidad de aplacar sea paralizándola. La razonabilidad de las medidas de mitigación y descarbonización propuestas antes de la pandemia queda asentada (y la probabilidad de profundizarlas aún más).

Por otra parte, la recesión del año 2008 mostró que tras la paralización, es posible un aumento en las emisiones (efecto rebote), debido a los impulsos que recibirán los países. ¿Podría ser ahora diferente? Sí, entre otras cosas, por el costo de las energías renovables. Es previsible entonces una discusión en torno a cómo armonizar los estímulos a la inversión y a la demanda para recuperar las economías, con los objetivos de la ambición climática y del desarrollo sostenible.

A escala local, podríamos hacer un ejercicio similar en cuanto a la reducción de las emanaciones de material particulado (MP), principal problema ambiental del país, por cuanto 10 millones de chilenos y chilenas se encuentran expuestos a concentraciones superiores a la norma con la consecuencia de lamentar cuatro mil muertes prematuras al año por dicha causa en Chile.

Hasta ahora, el brote de Covid-2019 muestra que las personas mayores y las que padecen enfermedades preexistentes desarrollan casos graves con más frecuencia, aumentando la mortalidad. En consecuencia, para nuestro país resulta urgente afrontar que la mala combustión residencial por biomasa, responsable primaria de las emisiones de MP, reduce además la capacidad del sistema respiratorio para enfrentar enfermedades virales.

Estando ad-portas del período de episodios críticos de contaminación en el centro sur de Chile, debido a las bajas temperaturas y la mala ventilación, fiscalizar y hacer efectivas las restricciones al uso de la leña, más que nunca, permitirá evitar el fallecimiento de personas en riesgo. Igualmente, y pensando incluso en la generación de empleo y en la reactivación, la inversión de recursos públicos en el recambio de calefactores y en la aislación térmica de las viviendas en las zonas con planes de descontaminación resulta ineludible.

Por tanto, uno podría preguntarse si, hasta ahora, para proteger la vida de las personas ha sido imperioso paralizar las economías y cerrar las fronteras, reduciendo emisiones que evitan muertes prematuras. ¿No resulta mejor adoptar, concluida la pandemia, medidas más razonables y efectivas para seguir protegiendo la salud de todos de las emanaciones y de sus efectos? Del mismo modo, ¿no es mejor establecer “condiciones verdes” para los paquetes de reactivación, en vez de embarcarse en tecnologías obsoletas e incompatibles con un clima seguro para la salud de la población? Saquen ustedes sus mejores conclusiones.

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