Coronavirus: el riesgo de estrategias confusas

El retroceso a Transición aplica para las 52 comunas de la Metropolitana. Foto: Mario Téllez

Aun cuando colocar a toda la RM en Fase 2 parece atendible, la falta de claridad en lo que se busca puede generar incredulidad y con ello poca disposición de la ciudadanía a cooperar.


El sorpresivo anuncio de hacer retroceder a la Fase 2 del plan “Paso a Paso” a toda la Región Metropolitana (RM), generó gran confusión en la población. Si bien se sabía que los indicadores clave de la pandemia estaban mostrando una tendencia al alza, no aparecía inminente implantar así de rápido una acción tan severa. Por lo visto, ni siquiera estaba en los planes del gobierno, dada la poca claridad con que se informaron las restricciones y por las dudas que existen hasta hoy en cuanto al alcance de ellas y su duración.

En general, no ha existido una crítica al fondo de la medida. Este paso a la Fase 2 se ve como algo extremo en un principio -pensando que 28 comunas de la RM estaban en Fase 4-, pero entendible si lo que se quiere es dar un golpe preventivo a la tendencia que muestran algunas cifras. En otras palabras, si lo que busca la autoridad es intentar llegar a las fiestas de fin de año con más holgura en los indicadores, y lo mismo para el verano, entonces se trata de una medida que va en el sentido correcto.

Lo anterior se ampara en la evidencia de que los nuevos casos en la RM han aumentado de manera importante en los últimos días, acelerando el lento pero sostenido crecimiento que se venía gestado en las semanas anteriores. Se trata, sin duda, de una señal preocupante, teniendo presente, eso sí, que la situación está lejos de lo acontecido en el peor momento de la pandemia. Los casos de esta semana no superan los 400 diarios en la RM, mientras en junio llegaron a cerca de 4.800. Lo mismo sucede con la tasa de positividad, la que, si bien ha subido, sigue siendo menor que la observada en junio.

Pese a este cuadro menos dramático, tomar medidas preventivas de este tipo es correcto, considerando lo que está sucediendo en Europa y Estados Unidos, donde la segunda ola de la pandemia está resultando más fuerte que la primera. En esto, los datos para Chile no son alentadores, dado que nuestro país nunca pudo bajar a los niveles europeos de contagio -0,5 casos por cada 100 mil habitantes-, siendo la mejor cifra de la RM 3 casos por cada 100 mil habitantes. Es decir, este quiebre de tendencia se produce desde niveles más altos que los europeos, lo que no es una buena señal.

Cabe tener presente que cualquier proyección acerca de la evolución del Covid-19 se cruza con la llegada de las vacunas, cuyo desarrollo ha sido vertiginoso. En Chile se espera que prontamente puedan estar disponibles, con lo cual se podría estar comenzando a suministrar las primeras dosis antes de fin de año. Ello representa un paso significativo, pero dado que aún resta por comprobar su verdadera efectividad, todavía no puede considerarse una solución definitiva.

Con todo, si tomar medidas preventivas es lo fundamental ahora, también lo es que se expliquen adecuadamente. En esto las autoridades han sido confusas respecto de trasmitir lo que se busca, complicando la efectividad de la estrategia. Este es un tema crucial, pues en la medida que no hay claridad -por ejemplo, funcionar con bastante normalidad de lunes a viernes, pero confinamientos el fin de semana-, es previsible que en la población se produzca incredulidad, y por tanto una alta chance de que se genere una suerte de rebeldía para cooperar con las medidas dispuestas por la autoridad, lo que incluso puede llevar a un fracaso de lo que se está buscando.

Cuando a la población, cansada de tantas restricciones, se le informa claramente que este es un esfuerzo que se espera sea por un tiempo limitado, con el objeto de proteger un bien mayor -en este caso las fiestas de fin de año y las vacaciones de verano-, entonces los incentivos a colaborar son muy altos. Pero ello exige razones bien fundamentadas y plazos conocidos.

Las autoridades deben tener listo un plan alternativo para impedir tener que confinar a la población durante el verano. Eso sería imposible de aplicar y de sostener. Antes que ello ocurra hay otras alternativas, como evitar cualquier evento o lugar público masivo, disminuir los aforos -que siguen siendo muy elevados en relación con los estándares europeos-, vigilar y controlar el uso de las mascarillas, mejorar el testeo, trazabilidad y aislamiento, incluso alargar el horario de toque de queda si es necesario, todas medidas que deben venir antes de una nueva cuarentena. Y todo esto debe estar claro el 21 de diciembre próximo, fecha en que se revisarán las restricciones actuales.

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