Corrió sola, salió segunda

Karol Cariola y Gabriel Silber, durante la votación de la nueva mesa de la Cámara de Diputados. FOTO :PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIA UNO

¿Es ésta la misma oposición que quiere cambiar la Constitución? Si no son capaces de ponerse de acuerdo para elegir a un Presidente de la Cámara de Diputados, ¿qué posibilidad tienen de discutir materias mucho más trascendentales para el país?



De 155 diputados, la izquierda tiene 83. De esos, con solo 78 la oposición habría alcanzado la mayoría absoluta en la primera votación para elegir la Presidencia de la Cámara de Diputados y, con apenas 59 apoyos, el DC Gabriel Silber y la comunista Karol Cariola podrían haber sido elegidos en el repechaje. Pero fue imposible que la oposición se ordenara e hiciera un mínimo ejercicio de coordinación política para elegir a la mesa de la Cámara de Diputados. No fue la derecha la que ganó la elección: en este caso, la oposición corrió sola y salió segunda.

Hace solo algunas semanas, el diputado Gabriel Boric amenazaba furibundo que le "vamos a sacar la cresta” políticamente a la derecha, ante la negativa de los representantes de Evópoli y la UDI para aprobar la postergación al plebiscito en la comisión de Constitución. Fuera de sí, y golpeando la mesa, uno de los líderes de la ultraizquierda balbuceaba argumentos para descalificar a sus adversarios políticos e imponer sus posiciones.

Más que un desliz retórico, la expresión parecía una sentencia llena de convicción, propia de la peor caricatura de un millenial. No sería extraño que, como Boric, muchos en el Frente Amplio se crean portadores de una verdad revelada sobre lo que quiere o no quiere el pueblo y que el “vamos”, incluya a mucha gente que ellos creen interpretar. No es ni Convergencia Social ni el Frente Amplio: ni siquiera se limita a la izquierda o la centroizquierda. Son los chilenos, interpretados por el Frente Amplio, los que vienen a delimitar las fronteras de lo que puede hacer o no el oficialismo, respecto del itinerario constitucional o de otras materias políticas.

Sin embargo, pese a los pronósticos de Boric, los únicos que se “sacaron la cresta” fueron ellos. Un verdadero autogol político que sólo suma argumentos para que la ciudadanía siga detestando al Congreso por perder el tiempo en estas discusiones, y en particular, se distancie de la izquierda que tiene los peores niveles de aprobación. Ello ratifica no solo la incompetencia de este conglomerado político para representar a la mayoría de chilenos que ellos dicen interpretar, sino su incapacidad de llegar a un acuerdo entre ellos.

La pregunta que resulta de todo este bochorno es evidente: ¿es ésta la misma oposición que quiere cambiar la Constitución? Si no son capaces de ponerse de acuerdo para elegir a un Presidente de la Cámara de Diputados, ¿qué posibilidad tienen de discutir materias mucho más trascendentales para el país?

Si ya tenía dudas del famoso acuerdo por la paz y de la propuesta de otra Constitución como solución a todos los problemas, ahora solo tengo certezas: los chilenos no van a querer una nueva Constitución. No solo porque gracias al actual texto el país ha logrado avanzar como nunca en su historia, sino que fundamentalmente, porque la Carta Fundamental es la única garantía que tienen los chilenos para salir de una crisis sanitaria, económica y social de las más graves de su historia. Además, porque la mayoría de ellos tendrá claro que abrir la discusión constitucional y dejarla en manos de un grupo de millenials rebeldes, nos asegurará un camino sin retorno a la destrucción del país como lo conocemos.

A estas alturas, importa poco que la rebeldía del Frente Amplio o las diferencias al interior de la izquierda tengan como consecuencia la ingobernabilidad de la Cámara de Diputados. La política está tan desprestigiada, que estos continuos actos de indisciplina e incoherencia, solo se suman a una lista interminable de bochornos. Pero un debate totalmente distinto es trasladar esta ingenuidad a la discusión de temas fundamentales como la Constitución que queremos para Chile.

La Constitución no será la vacuna del Coronavirus, ni el populismo el camino para resolver los grandes desafíos económicos y sociales que arrastra nuestro país. Serán las personas, individualmente consideradas y la sociedad en su conjunto; la que con esfuerzo, persistencia y sacrificio, volverán a poner en marcha el país, ignorando a los que aún sigan construyendo castillos en el aire y que claramente no sufren ni son víctimas de las consecuencias de sus errores.

Dejemos que los políticos, y en particular los de izquierda, sigan corriendo su propia carrera, haciéndose zancadillas en actos que para ellos no tienen ninguna consecuencia. Pero no permitamos que nos pretendan imponer un cambio constitucional a la fuerza que comprometa el futuro de millones de chilenos de esfuerzo.

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