¿Cuándo volver a clases? La pregunta equivocada

El tema central hoy no debiese ser el cuándo, sino el cómo vamos a hacer para dar solución al problema que ya tenemos, anticipándonos a los hechos, dejando de trabajar sobre una marcha que la evidencia ha demostrado no ha tenido los efectos esperados.



Cómo puede estar pasando tanto en este momento y, al mismo tiempo, tan poco. Cuando digo esto me refiero específicamente a aquellas aristas del diario vivir que, a pesar de los agitados meses que se han vivido en nuestro país, poco movimiento -o insuficiente- han parecido tener. En este sentido, hay un punto en particular que algunos hemos levantado desde el comienzo, el cual tiene relación con la necesidad de retomar responsablemente la formación de los niños, niñas y jóvenes de Chile.

Nadie pone en duda que el Ministerio de Educación y las comunidades educativas han intentado a toda costa llenar aquel estrago educacional bastante profundo que está dejando el COVID-19 y su arrasadora pasada por nuestro suelo. Y es que, en propias cifras de la cartera, a pesar de los esfuerzos realizados, la cobertura de educación a distancia del quintil más pobre ha llegado solo al 27% de los estudiantes. Esto no suena tan extraño si tenemos en cuenta que, según la OCDE, menos del 40% de los colegios tiene una plataforma de apoyo para el aprendizaje online, lo que en establecimientos más desaventajados llega a solo un 25%.

Se han repetido hasta el cansancio los negativos efectos sobre la formación que tiene la inasistencia, lo que ha llevado a que todos se estén preguntando cuándo volverán los niños a clases. Esta ansiedad colectiva aumenta aún más si consideramos que ya hay estudios, como el del Banco Mundial, que advierten que de mantenerse esta situación todo el año, los alumnos podrían perder en promedio un 88% de los aprendizajes esperados. Incluso hay quienes advierten que a este vacío se sumará además el ya conocido “efecto verano”, lo que nos podría llevar al desafío de planear un 2021 que no sólo considere las pérdidas del 2020, sino también lo no reforzado del 2019.

Estando a más de seis meses de la confirmación del primer caso en nuestro país -lo que lo podrá ayudar a deducir más o menos cuánto tiempo han estado fuera de clases los estudiantes-, me temo que el principal problema de toda esta ecuación se encuentra precisamente en lo que debiese servir como guía principal para el desarrollo de medidas adecuadas: la pregunta. El tema central hoy no debiese ser el cuándo, sino el cómo vamos a hacer para dar solución al problema que ya tenemos, anticipándonos a los hechos, dejando de trabajar sobre una marcha que la evidencia ha demostrado no ha tenido los efectos esperados.

¿Alguien se ha preguntado cómo vamos a hacer para convivir con el virus si no aparece la vacuna en el mediano plazo? Me intriga saber qué pasos tomaremos ahora. ¿Cómo haremos para subsanar aquella herida formativa que hoy afecta a quienes son el futuro de nuestra nación? Ciertamente esta no es tarea exclusiva del ministerio en cuestión. Debiesen haber actores multidisciplinarios sumándose a la labor de establecer cuáles serán las indicaciones y estrategias adecuadas según las particularidades de cada caso para que, y espero así sea, no volvamos a cometer el mismo error. Hemos trabajado arduamente en reactivar la economía: ¿cuál será el plan para reactivar nuestra educación?

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