Cueca en pelotas

"Nuestro país, azuzado por la retórica de izquierda de que somos el país más desigual del mundo (mentira flagrante, por cierto, para cualquiera que sepa leer), decidió tirarse en caída libre, en medio de una pandemia, sin saber si el paracaídas iba a abrir".



A finales de marzo de este año, salió publicado en un diario norteamericano, una columna de opinión del señor Stephen Moore titulado “La caída de Chile es una advertencia para América”.

Acá reproduzco algunos párrafos que resumen crudamente lo que le ha pasado a nuestro país en estos últimos 40 años: “En la década de 1970, la nación de Chile se embarcó en uno de los conjuntos de reformas económicas de libre mercado más audaces de la historia…

Durante cuatro décadas, el experimento funcionó mejor de lo que nadie podría haber imaginado… Chile se convirtió en una de las naciones más ricas de América del Sur...

La clase marxista e intelectual de América Latina siempre odió las reformas del libre mercado. Despreciaron a los Chicago Boys como “fascistas”. Pasaron décadas atacando las políticas, incluso cuando Chile se convirtió en la joya de América del Sur.

Los marxistas inventaron una narrativa de “desigualdad”: “Los ricos se estaban volviendo más ricos y los pobres se estaban volviendo más pobres y el capitalismo es malo”.

Se infiltraron en todas las instituciones culturales de Chile: los medios de comunicación, las escuelas, las universidades, la Iglesia católica, las artes, los sindicatos e incluso las salas de juntas corporativas. Difundieron su credo venenoso de colectivismo a la población…

En 2013, la izquierda ganó la presidencia de Chile. Las reformas de libre mercado fueron reemplazadas sistemáticamente por tópicos de “distribuir la riqueza”. En octubre de 2020, los votantes aprobaron una nueva redacción de la constitución y ahora los derechos de propiedad y el estado de derecho están en peligro.

Chile se encuentra ahora en caída libre económica. Los pobres están siendo aplastados. Los ricos están sacando su dinero del país. Han llegado a la “igualdad”: casi todo el mundo está sufriendo.

La historia es triste, porque es nuestra historia, y el final que indica el señor Moore, de que estamos en caída libre, es la realidad. Nuestro país, azuzado por la retórica de izquierda de que somos el país más desigual del mundo (mentira flagrante, por cierto, para cualquiera que sepa leer), decidió tirarse en caída libre, en medio de una pandemia, sin saber si el paracaídas iba a abrir.

Lo más aterrador de esta situación, es que mientras estamos en plena caída, asustados por nuestro futuro, nuestros parlamentarios han optado por bailar la cueca en pelotas.

Han decidido que su publicidad, que sus votos, que su propio bienestar vale más que el futuro de los ciudadanos confiaron en ellos en las urnas. Han decidido destruir las bases de nuestra institucionalidad, votando, no sólo uno sino más de tres proyectos de ley abiertamente insconstitucionales, destruyendo los cimientos de nuestro sistema político.

Tan ebrios de poder están, que no se dan cuenta, que si son ellos los elegidos en el próximo mandato, serán ellos quienes deberán subsistir con un sistema político corroído, donde no se respetan ni las leyes ni la constitución, cualquiera que esta sea.

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