Cuervos y carroña

Imagen A_UNO_969128
Protesta del miércoles 25, de algunos laicos, en la Catedral de Santiago.


Es comprensible el repudio a abusos, como también que haya gente escandalizada ante tanta miseria de repente hecha pública. Pero que ello legitime sentir rabia, o se crea que es válido hacer abstracción, dando rienda suelta a una suerte de sociología de la podredumbre y denuncia, extendiendo culpas, ahonda el daño. Justamente lo que llevó a Tomás Moro a quejarse: "Si un sacerdote lascivo hace algo indecente, decimos de inmediato: ¡Mira qué ejemplo nos da el clero! Como si aquel sacerdote fuese el clero". La imagen de los cuervos y carroña, que sirve para ilustrar el punto, no es mía, es de Moro (alguna vez Lord Chancellor, la máxima autoridad judicial del reino, antes que lo mataran).

Muy pertinente dicha imagen. La confusión ha sido deliberada. No ha afectado sólo a la Iglesia, y es demasiada la coincidencia cómo opera. Desde hace años viene proyectándose a partidos, Congreso, políticos, empresas y militares por corrupción y, ahora último, al mundo del espectáculo y a la farándula académica (universidades públicas), salpicando de paso al TC por abusos sexuales. A partir de unos pocos o muchos casos (con razón y ni con tanta razón otras veces) se arma una reacción histérica imparable que hace colapsar el prestigio general de dichas instituciones. Sin piedad, sin atender incluso a descargos, se les va con todo. Se les sienta en el banquillo y no se les suelta, pero no sólo a quienes están directamente acusados. En un santiamén, se convierten en presas de esta vejación, justos y pecadores.

¿Qué hay en este fenómeno en que no se admiten cualificaciones, ni valen servicios pasados, el "donde hay un malo, los serían todos"? ¿Qué nos está diciendo de nosotros como sociedad esta manía castigadora? Preguntas que seguramente se harán futuros historiadores sobre nuestro período.

Aventuro posibles respuestas: a más vieja la instancia en cuestión, más deteriorado estaría su prestigio, ergo hiede no sólo a carroña, también a cebo para cándidos (cuervos en potencia). La dictadura jamás se imaginó escenarios como los actuales. Piénselo, ¿qué habría dado ésta para tener a la Iglesia, a los "señores políticos" y a universidades públicas postradas como lo están? Otra ironía: ¡qué profundo ha calado cierto puritanismo canuto entre nosotros! Linchamientos y caza de brujas las asociábamos con Georgia, Alabama o Salem, Massachusetts, no con una sociedad católica pagana sincrética. Si surgiera un Tomás Moro por estos lados, tendríamos otro mártir en el santoral. Y, por último, ¿qué fue de la tolerancia ilustrada-liberal? Si hasta Voltaire, los Amunátegui y Domingo Santa María, sospecho, habrían defendido lo hoy supuestamente indefendible.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.