Cultura en tiempos de pandemia

teatro (3)


“Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo”, son las palabras de felicitación de Laura Rodig a Gabriela Mistral tras recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945.

Con este mensaje sobre la humanidad, es imperante reconocer que el trabajo del artista no solo es necesario para la evolución de las sociedades, además hace un aporte a sus economías. Que el Estado de Chile decida redireccionar sus recursos para equilibrar la inequidad del rubro a nivel laboral, en un momento de pandemia mundial y de demandas sociales, nos desafía como sociedad a ser más solidarios y entender el rol de la cultura y las artes.

Según las últimas cifras del gobierno, existen alrededor de 2,6 millones de trabajadores informales que, al no tener contrato, no pueden acceder al beneficio del seguro de cesantía. Entre esos millones de trabajadores informales, se encuentran muchos trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura.

De acuerdo a uno de los pocos estudios sobre la situación de los trabajadores de la cultura en Chile, “El Escenario del Trabajador Cultural” (2014), el 89% de ellos boletea o no tiene ningún tipo de contrato. Sin embargo, esto no se condice con el nivel de formación y especialización que muestra que un 62% tiene estudios universitarios y un 16% postgrado. Al mismo tiempo, recientes mediciones económicas, hablan de que un 2,2% del PIB nacional es aporte de las disciplinas artísticas, sin embargo, recibiendo un aporte estatal que corresponde a un 0.4% anual del presupuesto de la nación.

Esta serie de justificaciones han sido esgrimidas en tiempos de “normalidad”. Sin embargo, cuando no solamente en Chile se están exigiendo condiciones más dignas para todos y todas, y un trato igualitario en medio de la pandemia más grande que ha vivido nuestro planeta, se vuelven absurdos estos argumentos si, además, estamos tratando de garantizar la subsistencia de millones de trabajadores y trabajadoras de nuestro país.

Tras el anuncio del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, se levantaron voces que cuestionaron la reorientación de los recursos, recurriendo a comparaciones con otros sectores sociales que hoy también viven difíciles momentos con el objeto de instalar la duda y el prejuicio sobre la utilidad de actividades artísticas y por lo tanto, la subsistencia de sus cultores. Indican además que los artistas se dedican a criticar a nuestra sociedad, hecho que realmente es inherente a su labor, que es justamente la que permite mirarnos en un espejo sincero y transformador.

Ante este cuestionamiento facilista es necesario detenerse y recordar lo que hay detrás de la actividad artística y su real función en la sociedad. Estas reflexiones se desprenden de las resoluciones de la Conferencia General de la UNESCO de 1980, ratificadas por nuestro país, un ejercicio que muestra la histórica precarización de la actividad artística y cultural y que es necesario actualizar:

Hay que “considerar que el artista desempeña un papel importante en la vida y evolución de las sociedades y que debería tener la posibilidad de contribuir a su desarrollo y de ejercer sus responsabilidades en igualdad de condiciones con todos los demás ciudadanos, preservando el mismo tiempo su inspiración creadora y libertad de expresión”. Además, se debe tener en cuenta “el derecho del artista a ser considerado, si lo desea, como un trabajador cultural y a gozar en consecuencia de todas las ventajas jurídicas, sociales y económicas correspondientes a esa condición, teniendo en cuenta las particularidades que entrañe su condición”.

Esto ha sido un trabajo constante que hemos desarrollado muchas instituciones culturales para poder formalizar el trabajo artístico, con resultados escasos todavía, principalmente porque las lógicas de contratación del mercado laboral chocan con las dinámicas del trabajo artístico.

Podríamos seguir enumerando muchas otras contribuciones que los artistas hacen al mundo de la educación, del patrimonio, la identidad nacional e incluso en momentos tan críticos como los actuales, pero creemos que lo que nos convoca hoy en día, en estas circunstancias tan adversas, es un llamado a una mayor humanidad, a no seguir profundizando las diferencias que avalan la existencia de ciudadanos de primera y segunda clase. Porque como dijo Gabriela Mistral, “la humanidad es todavía algo que hay que humanizar”.

Felipe Mella Morales

Director Ejecutivo GAM

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