Cuotas inhibidoras

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Yasna Provoste y Ximena Rincón, senadoras de la DC.


De recepción tardía en comparación con otros países, las cuotas de género se van asentando en el panorama político chileno, tal como se desprende del proyecto de ley que busca implementarlas en las elecciones de gobernadores regionales, consejeros, alcaldes y concejales. El mecanismo debutó en el año 2017 con la exigencia de que las mujeres ocuparan, al menos, el 40% de los cupos de candidatos a la Cámara de Diputados y al Senado. Al final, posibilitó pasar de 15,8% al 23%, acercándonos al promedio regional. Entre 1989 y 2013, el aumento fue de 2,5 puntos por elección, con un saldo de 15% en 20 años. En las últimas elecciones, el salto fue de casi 10 puntos porcentuales.

De prosperar la ley, será importante sacar lecciones de lo que fue su implementación. Que el avance de la presencia femenina en cargos de poder formal se traduzca en poder real es algo más difícil de discernir. Un ejemplo lo brinda una rápida revisión de las comisiones permanentes de las dos cámaras. En Diputados, de un total de 30, solo siete mujeres las presiden. En el Senado, dos de un total de 22. Mientras la de Hacienda se mantiene como un terreno masculino, las de la Mujer y Equidad de Género excluyen a los varones. Esto último emite señales contraproducentes. La primera, que en ellas se abordarían temas que son "solo" de mujeres cuando, en realidad, afectan a la sociedad en su conjunto. Además, que los hombres no necesitarían pensar legislativamente en un orden de género que, a pesar de la lentitud de muchos en advertirlo, no les provee solamente de privilegios. Como para revisar.

Se anticipa una álgida discusión de la ley en los próximos meses. Del debut relativamente exitoso de las cuotas no se sigue su aceptación inmediata. Levanta resistencias tal como se constató en su primer trámite constitucional. Es probable, además, que contribuya a reactivar demandas por su extensión a los directorios de las empresas o en la ciencia, espacio de reciente descubrimiento de la sobrerrepresentación masculina. Del hecho de que las mujeres compartan desigualdad de recursos y oportunidades frente a los hombres, no se desprende la necesidad de cuotas a todo evento. Si algo las explica en la vida política es por su distintividad. Pese a su desprestigio, el poder político no es uno cualquiera. Como diría Bobbio, es inclusivo, exclusivo y universal.

La discusión, además, entraña riesgos. Las cuotas, como se observa en los estudios de género, tienden a concentrar muchos de sus análisis, inhibiendo nuevas indagaciones y fórmulas. Urge encontrarlas por lo que advierte el reciente informe que acompaña el Índice Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGs): ningún país del mundo, ni siquiera los escandinavos, habrá alcanzado la igualdad de género en 2030. Pero hay algo todavía peor: ninguno estaría haciendo suficientes esfuerzos.

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