Debate por inclusión de adultos mayores



Hace algunas semanas se conoció el caso de un reconocido académico a quien se le rechazó la renovación de su tarjeta de crédito, debido a su avanzada edad. La situación dio paso a una fuerte reacción, que incluyó la intervención del mismo Presidente de la República, que convocó a formar una mesa de trabajo de la industria correspondiente para analizar las condiciones de la atención y servicios que se prestan a las personas mayores.

Sin perjuicio de la respuesta a la situación planteada, el hecho sirvió para visibilizar la realidad de los adultos mayores, en que frecuentemente son desplazados del mercado laboral, y su acceso a otros servicios se ve dificultado, haciendo más patente una condición de vulnerabilidad que resta espacios para aprovechar la abundante experiencia que pueden aportar. De hecho, un reportaje publicado por este medio, en que se recogieron los testimonios laborales de una serie de reconocidos adultos mayores, mostró cuán activas pueden estar las personas incluso pasados los 80 años de edad.

No solo hay una población joven que debe incorporarse al mundo laboral con garantías y posibilidades, sino también hay una creciente masa de personas mayores de 80 años, que actualmente alcanza a unas 470 mil a lo largo del país, y que para 2050 podría llegar a cerca de un millón 300 mil personas. Este creciente volumen de habitantes pertenecientes a lo que algunos denominan la "cuarta edad" plantea importantes desafíos para el país, no solo en seguridad social -un aspecto ciertamente de especial complejidad-, sino también en cómo crear oportunidades a quienes se sienten plenamente capacitados para seguir trabajando y aportando en sus respectivas disciplinas.

De acuerdo con estadísticas oficiales, actualmente en Chile un 21% de los mayores de 65 años, y un 6% de los mayores de 80 años –que alcanza a 28.740 personas- declara trabajar; por ahora son cifras relativamente marginales, pero que irán aumentando visto lo que ha ocurrido en Chile y las tendencias que presentan otros países. En Estados Unidos, el interés por seguir trabajando luego de la edad de jubilación subió en las últimas dos décadas de 14% a 39%; en el caso de ingleses y australianos escaló al 29%, y 34% para el caso de Japón. Las cifras son elocuentes: una mayor expectativa de vida demanda también mayores gastos en materia de salud que requiere mantener flujos de ingresos necesarios, pero a la vez es una vejez que se enfrenta en mejores condiciones, lo que despierta un interés por no acogerse a un retiro que se percibe como anticipado cuando se estima que existen aún desafíos pendientes y las condiciones para enfrentarlos.

La población de nuestro país está envejeciendo y para poder generar los espacios para las personas mayores se requiere avanzar en un cambio cultural que no desplace a las personas por cumplir una determinada edad. Es necesario valorizar la experiencia, que existan los incentivos para permanecer en actividad, desarrollar iniciativas de actualizaciones tecnológicas y que los instrumentos legales de índole laboral generen las flexibilidades del caso. Esta discusión sigue muy ausente del debate público, sin advertir que un país cada vez más inclusivo y respetuoso con la tercera edad, se desarrolla mejor.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.