Del lado equivocado

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Más de dos horas duró la reunión que sostuvo el Presidente Piñera con los líderes de RN, la UDI y Evópoli.


Cualquiera de las dos opciones, apruebo o rechazo, constituye una decisión tan legítima como democrática de cara a la próxima decisión que deberemos adoptar en el mes de abril. Dicho lo anterior, me interesa revisar las consecuencias tácticas de lo que significa que un mayoritario sector de la derecha se esté oponiendo a la posibilidad de discutir una nueva Constitución.

Y aunque para algunos pudiera resultar razonable el argumento de rechazar para reformar, lo cierto es que una justificación semejante choca con la evidencia de las últimas décadas. Son demasiadas las veces que los intentos de reformar la Constitución chocaron con una minoría que -más allá de sus alardes retóricos- nunca estuvo de verdad dispuesta a modificar nuestra carta fundamental; menos todavía en aquellos aspectos que la subsidiaban desde una dimensión electoral e ideológica. Entonces, ¿por qué habrían ahora de transitar de forma sincera el camino que siempre rehuyeron?

Tampoco resulta razonable que un conjunto de modificaciones que algunos miembros de la derecha han propuesto puedan verificarse sin una revisión más estructural y sistémica de nuestra Constitución. Es el caso, por ejemplo, de una muy interesante reforma que le he escuchado más de alguna vez al senador Allamand, en orden a repensar nuestro régimen político para eventualmente transitar hacia un modelo semipresidencial. Dicha idea, la que suscribo con entusiasmo, es inviable de diseñar e implementar como una modificación puntual y específica, pues obviamente significa repensar y cambiar varios otros muchos aspectos de nuestra carta fundamental.

Pero el abrazar la alternativa rechazo también pudiera tener un severo efecto electoral en la derecha. Hoy, después del estallido social y más allá de la generalizada baja que han experimentado todos los liderazgos políticos, las opciones de ese sector se mantienen intactas según los datos que arrojan las últimas encuestas. Dicho de otra manera, y contrario a las intuiciones preliminares, la derecha no es la gran perdedora de este proceso y, por lo mismo, no se entiende que abrace y se atrinchere en una opción que, según los mismos sondeos, no debería obtener más de un 35% de las preferencias. Y el riesgo no es solo que la UDI y buena parte de RN, sumado al Partido Republicano y a algunos pocos exponentes de Evopoli, terminen significados en una opción de minoría; sino también la posición en la que quedarán para proponer a sus candidatos a la asamblea constitucional, si efectivamente se impone esta alternativa por el margen al que estamos apostando.

Y aunque Lavín, Desbordes y compañía están haciendo un esfuerzo por equilibrar la balanza, no alcanzará para evitar un nuevo error político de la derecha.

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