Deporte y dopaje



SEÑOR DIRECTOR

Ante el caso de Natalia Duco, cabría hacer algunas reflexiones, especialmente por parte de las autoridades ligadas al deporte, más allá de enviar su mero "apoyo" (como si se tratara de una "víctima").

Habría que indagar una realidad que es un secreto a voces, por muy "políticamente incorrecto" que sea decirlo: las prácticas de dopaje en el alto rendimiento (y también en ligas menores) no son algo ocasional y habría que preguntarse por qué. Acto seguido, habría que hacer también una autocrítica. Habría sido esperable que las autoridades dijeran algo así como "tenemos un hecho: algunos de nuestros deportistas se dopan. Trataremos de revisar qué presiones llevan a nuestros deportistas a incurrir en una ilegalidad". Y, entonces, pensar este fenómeno, más allá de las sanciones.

Nuestros deportistas necesitan financiamiento y becas. Pero para ganarlas, tienen que mostrar resultados. Para los resultados, necesitan destacar. Entonces, algunos se dopan. Y al destacar, obtienen los premios, los financiamientos. ¿Cómo romper el círculo vicioso?

Hay que hacerse cargo de este mecanismo un tanto esclavizante que es el alto rendimiento, la obtención desesperada de recursos, la necesidad de mostrar logros. Quizás ya sea tiempo de unificar los discursos, el público y el interno, y volver a los orígenes del deporte, a una forma de vida ligada a la salud y el bienestar, a la entrega de valores y la forja de un carácter virtuoso en constante superación. Lo demás, quizás, no valga la pena.

Francisca Hernández Busse

Doctora en Filosofía

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