El desafío del liderazgo

Diputados de oposición exhibieron carteles alusivos a víctimas de abusos.


Es un lugar común afirmar que en la oposición no hay líderes. Lo ocurrido el martes pasado en la Sala del Senado con el rechazo a la acusación en contra del intendente Guevara así lo confirma. Un liderazgo bien constituido habría evitado un nuevo bochorno.

La mayoría de los antiguos líderes ya no está y los que sobrevivimos acusamos el desgaste. Todas las figuras conocidas concitan más rechazo que aprobación. La ausencia de liderazgos es especialmente grave para las fuerzas que buscan la transformación. Para avanzar en esa dirección se requiere de líderes que abran e iluminen el camino. Para conservar el statu quo basta con no moverse.

Los liderazgos de las fuerzas progresistas que nos correspondió asumir no fueron ni impuestos ni designados. Sobrevivientes de la política de exterminio practicada por la dictadura asumimos tareas de dirección en los años de plomo. No eran muchos los candidatos. En realidad no desplazamos a nadie, simplemente tomamos el lugar de los que ya no estaban. Nuestra legitimidad resultaba de la disposición a asumir los riesgos que implica enfrentar una dictadura experta en terrorismo de Estado. Éramos jóvenes, pero no tanto como para no arrastrar los traumas de la derrota de 1973 y los dolores y penurias de 17 años de dictadura. Hay que reconocerlo, teníamos muchos miedos, el principal quizás, el miedo a una nueva derrota.

Después de que se hubieran ensayado todas las formas de lucha llegamos a la conclusión de que el único terreno en el que las fuerzas democráticas podíamos ganar era en el del plebiscito de 1988 establecido por la Constitución. El balance es contrastado: triunfamos en contra de la dictadura, pero no fuimos capaces de superar el neoliberalismo.

Este es el desafío y tarea que tienen ante sí las nuevas generaciones. La revuelta que se inició el 18/O abre un amplio campo de posibilidades para avanzar desde una democracia de baja intensidad a una fortalecida por el nuevo protagonismo de movimientos sociales. Las condiciones están, solo falta que se constituyan líderes capaces de conducir los procesos en curso. El tiempo apremia. Faltan solo 80 días para el plebiscito del 26 de abril y la opción "Apruebo", ampliamente mayoritaria en la población, no tiene rostros amables que la identifiquen, dirigentes legitimados que la conduzcan ni un programa que la sustente y evite la sensación de salto al vacío que conlleva la peregrina idea de "hoja en blanco".

Vivimos gracias a la movilización social tiempos desafiantes. Tenemos la posibilidad, por primera vez en la historia, de deliberar democráticamente sobre las normas, principios y valores en los que ha de asentarse nuestra convivencia durante las próximas décadas. Esta es la arena donde deben competir quienes aspiren al liderazgo de los nuevos tiempos y ojalá ganen, no los más vociferantes, sino aquellos que demuestren mayor lucidez y determinación para transformarlos en tiempos fecundos.+

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