Deuda histórica



SEÑOR DIRECTOR

Con mesurada alegría, optimismo y esperanza recibí la noticia del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, favorable a las y los colegas que demandaron el pago de la llamada “deuda histórica”.

Mesurada alegría porque, aunque finalmente se hace justicia a quienes demandaron sus derechos, muchos de esos colegas ya no están entre nosotros.

Optimismo, porque en esta época de inicio de cambio de modelo en nuestro país, ello debería significar justicia también para las y los miles de docentes que sufrieron el recorte de sus salarios al ser traspasadas las escuelas y liceos a las municipalidades, toda vez que su situación es idéntica a la de quienes demandaron.

En esa época, yo era profesora en una escuela pública, funcionaria dependiente del Mineduc, y conocí de cerca ese drama, cuando no se podía disentir y menos exigir derechos. Yo no lo sufrí, porque pocos meses después ingresé a la Academia Superior de Ciencias Pedagógicas, que había sido hasta entonces la Facultad de Educación de la Universidad de Chile y que luego se convirtió en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Y esperanza, porque, más allá de la justicia tardía alcanzada, esto ha visibilizado nuevamente la importancia de cuidar las condiciones de ejercicio profesional de las y los profesores chilenos. Si queremos una sociedad justa, democrática, conformada por ciudadanos solidarios, colaborativos, respetuosos del otro y de sus diferencias, debemos cuidar a quienes hacen la educación en las aulas, día a día. Si queremos estudiantes curiosos, autónomos, capaces de resolver problemas, debemos darle la autonomía necesaria a nuestras profesoras y profesores, porque la educación es la base de una sociedad, la más poderosa instancia de formación personal y ciudadana.

Nolfa Ibáñez Salgado

Premio Nacional de Educación 2021 y académica e investigadora UMCE

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