Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: no solo es por nosotras
Hace unos días pasé por una librería para comprar el libro Mujeres Bacanas, de Editorial Catalonia. Cuando lo pedí para regalo me preguntaron si era para alguna amiga o para mi hija. "No" - les respondí – "es para mi hijo".
Desde niña supe que quería ser científica. Jamás se me ocurrió que no pudiese ser arqueóloga o astronauta, o como decidí más adelante, ecóloga. Sin embargo, en la universidad vi cómo muchas compañeras iban desapareciendo de la carrera científica, donde el 50% que representábamos al entrar en la carrera disminuyó progresiva y significativamente durante el magíster y el doctorado después de muchos años invertidos en la ciencia. El embudo siguió estrechándose al llegar al postdoctorado, y se manifiesta actualmente en la poca presencia femenina en la academia y en cargos de liderazgo en centros de investigación. Las cifras de FONDECYT son decidoras: el 38% de los proyectos de postdoctorado son liderados por mujeres, 33% de los de iniciación, y solo el 22% de los regulares.
Chile no está solo. Según un estudio realizado en 14 países, la probabilidad de que las estudiantes terminen una licenciatura, un magíster y un doctorado en algún área de la ciencia es del 18%, 8% y 2%, respectivamente, mientras que la probabilidad para estudiantes hombres es del 37%, 18% y 6%.
Ante esta disparidad, Naciones Unidas estableció el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia para concientizar sobre un problema mundial, y movilizar a la sociedad a acciones concretas para revertir esta realidad. Atendiendo a este desafío, Chile organizó el año pasado el Gender Summit 12 en Ciencia, Tecnología e Innovación, la primera cumbre mundial de ciencia y género en Latinoamérica. Fue una excelente oportunidad para generar redes, aunque me llamó mucho la atención la relativa ausencia de público masculino.
La inclusión de mujeres en el desarrollo científico y tecnológico es una batalla que va mucho más allá de la equidad, es un desafío que requiere el compromiso de hombres, mujeres y todos los colores del arcoíris humano. La diversidad tiene valor en todas sus formas. La inclusión de múltiples géneros, orígenes y tipos de pensamiento es necesario no solo por justicia, sino para enfrentar los desafíos intelectuales, morales y productivos del país con creatividad y pluralidad.
Las causas de la inequidad de género son múltiples. Sabemos que los sesgos comienzan en la infancia, que se relacionan con estereotipos de género reafirmados en la casa a través de la crianza y elementos varios como los juguetes o la vestimenta "para niños y niñas". Es interesante destacar que, según la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología de CONICYT, son menos mujeres que hombres las que manifiestan haber recibido una alta o muy alta educación científica. Conocidos son los sesgos de género en las pruebas estandarizadas de matemáticas y ciencias, que comienzan a manifestarse hacia el final de la educación básica, y que han sido adscritos al peso de los estereotipos, la autopercepción de éxito y fracaso, y las expectativas del entorno.
Incluso venciendo esas barreras iniciales, las científicas en formación se encuentran muchas veces en la disyuntiva de desarrollar su carrera científica versus formar una familia, y es por ello que las vemos decrecer en número a medida que se avanza en el postgrado y la carrera académica.
Sin duda hemos hecho avances dignos de destacar. Junto a las iniciativas de CONICYT debemos sumar esfuerzos como los programas PEG y PEGA de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, la campaña "Las Niñas Pueden" de Comunidad Mujer, y el juego "Julieta en la Tierra de las Niñas" que desarrollamos un equipo de académicas y comunicadoras, financiado por el programa EXPLORA CONICYT, para motivar y empoderar a las niñas en la exploración de la naturaleza.
Esta inquietud también ha llegado a entidades científicas como el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), donde estamos conscientes de que las mujeres están subrepresentadas en las ciencias en general. Para reducir esta brecha, en nuestros 10 primeros años de vida el 60% de nuestras científicas jóvenes eran mujeres.
Queda mucho por avanzar desde múltiples frentes. Es necesario educar en género a los futuros profesores y educadores de párvulo, ampliar la oferta de juguetes y actividades para niñas que estimulen la indagación y la experimentación, utilizar la discriminación positiva en los contextos necesarios, y fomentar una masculinidad responsable que supere los estereotipos de género añejos que aún priman en los hogares e instituciones chilenos. Por ejemplo, el apoyo activo a la paternidad compartida, promover la valoración de la vida familiar masculina, son aspectos fundamentales no solo para que más mujeres se integren a la ciencia y a la innovación en Chile, sino para crear una sociedad más justa y menos violenta.
Invito a todos, especialmente a niños, jóvenes y hombres a sumarse a esta celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. No solo es por nosotras, es por ustedes y por el desarrollo de nuestro país.
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