Dilema de alianzas

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El gobierno disminuye su aprobación y aumenta su desaprobación, sin embargo, la oposición no logra capitalizar este nuevo escenario. Su falta de unidad lo impide. Viejas fórmulas como unir al centro y la izquierda quizás siguen vigentes, pero no es simple determinar qué es hoy el centro ni dónde está la izquierda en medio de una amplia fragmentación de partidos, colectivos y siglas.

El espacio más en crisis es el que ocupó en su momento la Concertación y luego la Nueva Mayoría (NM). Es un lugar difícil de recomponer: hay vetos entre sus componentes y bifurcaciones programáticas que dejó en evidencia el gobierno de la NM. Además, su sola unidad ya no constituye una mayoría electoral y social.

Por otro lado, existe un nuevo actor: el Frente Amplio (FA). Tiene el peso electoral suficiente para ser necesario en cualquier articulación futura, pero vive desavenencias políticas cotidianas, y no logra constituirse en un bloque ordenado y sólido con capacidad de conducción de todo el arco opositor. Este rasgo de desorden interno y de ensimismamiento identitario parece ser más estructural que circunstancial.

Así, la articulación opositora constituye un dilema complejo. Dos salidas se ofrecen hasta ahora: una más bien retórica que señala que la unidad debe ser "desde la DC al Frente Amplio", pero sin proponer un camino. Es más una aspiración que una estrategia. De persistir el veto DC sobre el PC y el FA, la opción que se abrirá paso de manera natural es partir por un acuerdo de izquierda. ¿Serán capaces la izquierda emergente y la histórica de entenderse en esta etapa? Está por verse.

El otro camino es el que se abre con la propuesta de una segunda vuelta en las elecciones de alcaldes. Es una solución más bien instrumental: requiere poco acuerdo programático, permitiría desplegar las identidades en primera vuelta y luego intentar unir a todos en segunda vuelta contra la derecha. Su primera dificultad es su viabilidad legislativa (¿por qué la derecha querría solucionar el problema de la unidad de la centroizquierda?) y, luego, está la observación del alcalde Sharp: un esquema así no contribuiría a la conformación de un nuevo espacio político que él denomina de "alcaldías ciudadanas" y de propuestas "posneoliberales" a escala comunal, en las cuales pudieran confluir el FA y sectores de la ex NM.

Atrapada la oposición en una fórmula genérica de unidad amplia o bien en una solución instrumental de segunda vuelta con escasa viabilidad legislativa, la pregunta por cómo se abre paso una nueva alianza política progresista sigue abierta. Quizás en este momento lo relevante no sea solo adónde se quiere llegar en materia de alianzas sino por dónde se inicia dicho proceso. Esa es la interrogante que deberá responder de manera precisa, y no genérica, cada uno de los componentes del mundo de la izquierda y del centro en muy poco tiempo más.

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