Distracciones de verano

16 Abril 2020 Fachada la Moneda Foto : Andres Perez

El exministro Ignacio Briones recalca la idea de que “la política es siempre la lógica de lo posible” porque “los recursos son limitados”. Responde así a la socialista Paula Narváez, quien sostuvo que “la política de lo posible no da para más y debe ser reemplazada por la política de lo necesario”.

¿Es real la disyuntiva que se ha planteado entre ambas opciones? Parece que no tanto y que estamos ante una mera distracción veraniega. Que hoy lo posible y lo necesario son dos caras de la misma moneda. Da la impresión de que ahora en Chile la política solo es posible si se hace cargo de lo necesario, aquello que ha sido postergado por años y que debe encontrar solución pronto si se quiere seguir hablando de este país como una “comunidad política imaginada”. La pregunta es cómo hacerlo.

La frase de Narváez parece captar mejor lo que está sucediendo desde hace rato en Chile, mientras que la de Briones suena más responsable. ¿Lo es realmente? El tufillo tecnocrático que hay detrás de la declaración del ex ministro de Hacienda debería ponernos en alerta. Ya hemos escuchado esa retórica antes y, en parte, nos trajo hasta donde estamos. Los recursos son escasos, por supuesto. Como él mismo dice, la gente lo sabe. Pero, quizás por obvia, esa explicación es insuficiente. Hoy existen muchas cosas también escasas. Briones reconoce una muy importante: la confianza. No menciona otras asimismo relevantes: la paciencia y la tolerancia. Ni tampoco algunas otras que parecen ir al alza: el odio, el resentimiento, la violencia y su legitimación. El cóctel es venenoso y podría llevar incluso a buscar soluciones antes impensables, como el propio exministro lo sabe. No en vano terminó presentando y celebrando la aprobación de un proyecto para el segundo retiro de los fondos de pensiones. Briones conoce el efecto que eso tendrá en las jubilaciones del futuro: esa ley, y en general mucho de lo que ha hecho desde el 19 de octubre de 2019 el gobierno en el que el abanderado de Evópoli participó hasta hace poco, pondrán a Chile en una posición difícil en el futuro. ¿Política en la medida de lo posible o de lo necesario? Ambas a la vez. Nada nuevo bajo el sol.

La disyuntiva no es real y Narváez también debería saberlo. Desde el 19-O, en Chile lo posible y lo necesario se han hermanado. Nuestra clase política completa –oposición y gobierno— ha hecho lo posible/necesario para salvarse del vendaval que se le presentó a partir de entonces: se ha convertido en una veleta que da vueltas sin cesar en torno a su propio eje. Naturalmente, no llega lejos: mucho ruido de piezas desvencijadas y harto aleteo, pero siempre en el mismo lugar.

Una opinión pública desconfiada lo nota. Desprecia a los políticos, le gustaría “que se vayan todos”, pero no ve recambio. Los que venían a renovar la política con actitud fresca caen en los mismos vicios que han denunciado: oportunismo y faccionalismo. Briones y Sebastián Sichel proclaman que ellos sí son diferentes, pero hasta ahora muestran poco. El segundo parece incapaz de articular un discurso coherente y ha optado por exhibir sus tatuajes como una curiosa forma de cercanía. Lo más interesante que ha pasado con Sichel hasta ahora es la denuncia de Evelyn Matthei de que sería el instrumento del cual se valen los poderes fácticos para seguir prevaleciendo. Sichel como la encarnación del gatopardismo: es distinto para que todo siga igual. En Briones, en cambio, se advierte un tonelaje mayor: el retorno de la tecnocracia que, por lo menos, promete “no vender la pomada”.

Lo que se echa de menos en el vocabulario de todos es otro “recurso” escaso en la política actual: ideas y convicción en torno a ellas. Esta última parece hoy una palabra peligrosa, pues se estima que tener creencias profundas abre la llave a la intolerancia, la rigidez y el sectarismo. El pragmatismo tiene mejor prensa. Este puede ser una virtud, pero, sin compañía que lo oriente y ponga límites, resulta frustrante y dañino. La gente lo intuye y extraña liderazgos que den seguridad. Una certeza que sea consecuencia de un ideario definido, que otorgue predictibilidad y consistencia, y que sea consecuente. La verdadera disyuntiva no sería, entonces, entre lo posible y lo necesario, sino entre éstos y las ideas bien razonadas y, por lo tanto, practicables y defendibles (eso que llamamos convicciones).

Es sintomático que haya tanto precandidato allá afuera y tan pocas propuestas reales acerca de qué quieren para el país. En lugar de darnos vueltas entre lo posible y lo necesario para terminar donde mismo, sería provechoso conversar de una vez sobre los proyectos. Así podríamos empezar a comparar en serio y saber cuánto pesan los ¿titanes? en el ring.

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