Dos almas

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La última Junta Nacional DC terminó siendo un eco casi perfecto del proceso político vivido en los últimos años. En un país donde menos del 50% de la población concurre a las urnas, al evento partidario llegó solo la mitad de los delegados. E igual que en una sociedad donde sus electores tienden al final a dividirse en dos bloques más o menos equivalentes, el voto político triunfante en la junta obtuvo solo diez respaldos más que el desestimado por la mayoría.

Dos sensibilidades históricas, dos intuiciones estratégicas, dos almas que han terminado por cristalizar en partes irreconciliables de un todo que ya apenas existe como una débil nostalgia. Identidad escindida de un proyecto político que a mediados del siglo XX pudo ser una vía alternativa al escenario bipolar impuesto por la guerra fría; pero que en el Chile de la post-transición ha sido parte constituyente de una centroizquierda que gira cada vez con más fuerza hacia posiciones refundacionales, habiendo llegado incluso a tirar por la borda el legado histórico de la Concertación.

En las actuales circunstancias, la encrucijada expuesta por la junta DC no pudo ser más elocuente: una exigua mayoría triunfante, la que se siente cómoda en el ethos de la NM, orgullosa de los avances sociales de la actual administración, y que no tiene por tanto inconvenientes de principio para proyectarse en su única continuidad posible: una eventual convergencia con el PS, el PC, e incluso el Frente Amplio. En síntesis, esa DC largamente subsumida, ignorada, incluso en los últimos años muchas veces humillada, pero incapaz de concebirse a sí misma sin los arraigos socio-culturales gestados a partir de la experiencia traumática vivida en dictadura.

En el otro lado, la minoría derrotada, los nostálgicos de una Concertación despreciada por sus propios hijos; esos que saben de los enormes costos pagados durante estos años al alero de la Nueva Mayoría, pero que no tienen la fuerza suficiente para imponer una posición más autónoma y equidistante de los ejes en la actualidad decisivos. Son los que en el último tiempo han protagonizado un lento y doloroso éxodo, sin rumbo claro, salvo la convicción de que seguir en lo mismo es continuar en la senda del suicidio asistido. Refundar o reubicarse en "el centro político"; hoy algo tan ambiguo e impracticable como la anhelada radicalidad de sus todavía compañeros de ruta, pero que al menos supone un mínimo sentido crítico y autocrítico respecto a lo realizado durante la actual administración.

¿Se puede sacar alguna conclusión de lo decantado en la junta DC efectuada el fin de semana pasado?

Sin duda. Una conclusión elocuente, sin apelaciones, casi con seguridad definitiva: en la DC conviven dos almas que ya no tienen nada en común, que no comparten una lectura del pasado, que no tienen un diagnóstico unitario sobre el presente y, menos todavía, encarnan una visión de futuro. Son como un matrimonio quebrado, sin afectos recíprocos, pero donde ninguno está dispuesto a asumirlo y hacer la pérdida. Siguen bajo el mismo techo por miedo, por costumbre, o por comodidad. Pero en el fondo, no queda nada.

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