Economía y quiromancia

exportaciones


Dice el chiste que los economistas gastamos el 10% de nuestro tiempo haciendo proyecciones, y el 90% restante en explicar por qué no sucedió lo que se predijo. Menos chistosa es la obligación de los fondos mutuos (y afines) de señalar en su publicidad que la rentabilidad pasada no garantiza la rentabilidad futura. Es que el futuro está lleno de incertidumbres y riesgos, y las predicciones profesionales necesariamente tienen que moverse en el mundo de estadísticas y probabilidades.

Es posible que todos conozcamos a algún fumador que ha vivido largos años. Se trata, sin embargo, de anécdotas: está archidemostrado (estadísticamente y científicamente) que la probabilidad de que un fumador se muera antes que un no fumador es muy alta. También hay casos de personas exitosas que no terminaron su educación secundaria. Pero, de nuevo, es mucho más probable que a las personas con más y mejor educación formal les vaya mejor que al resto. Y por eso, a la mayoría de los padres les interesa que sus hijos sean buenos alumnos en buenos colegios y buenas universidades (incluyendo a esos padres y madres millonarios de EE.UU. que hicieron trampa para mejorar la educación de sus hijos porros).

Pasa lo mismo con las economías. Las que ahorran más, probablemente lo pasarán mejor. Las que se interesan por mejorar las probabilidades de un futuro más próspero, predicen un futuro más auspicioso que las que solo discuten el ¡ahora y ya!, y así.

¿Y a título de qué digo todo esto? Considere lo siguiente:

Desde la crisis de 2008 que afectó a las economías desarrolladas, la mayoría de éstas han hecho un esfuerzo muy agresivo para mejorar su competitividad. Como resultado, la posición de balanza de pagos (cuenta corriente) ha mejorado en más de US$ 1 millón de millones.

Como contrapartida, el resto del mundo -Chile incluido- es mucho menos competitivo. Así, entre 2008 y 2018, las exportaciones de Chile han crecido menos que las importaciones. En efecto, el volumen de exportaciones del país se multiplicó en 1,08 veces en esos 10 años (0,8% de crecimiento anual promedio), mientras las importaciones se multiplicaron por 1,33 veces (2,9% anual). Como referencia, entre 1998 y 2008, el volumen de exportaciones se multiplicó en 2,7 veces y el de las importaciones en 2,2 veces.

La competitividad de la economía chilena, a diferencia de la discusión en los países desarrollados, es un tema menor. Los políticos no están ni ahí, y los presidentes del país, aunque lo han mencionado a veces, no han hecho nada relevante al respecto.

Si Chile sigue así, predigo con una probabilidad alarmantemente elevada que, una vez más, el país mirará desde el andén cómo se le va el tren de la historia; retornarán las grandes crisis; los presidentes del futuro le echarán la culpa a la economía mundial; y la clase política seguirá ensimismada, con mucho que decir y nada que escuchar.

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