El abandono del centro político

Hay un complejo efecto para el país cuando los liderazgos más moderados de la centroizquierda están perdiendo influencia respecto de aquellos sectores más radicalizados.



Luego de décadas de estabilidad y de ser reconocidos como referentes en políticas públicas -que contribuyeron a sacar a millones de familias de la pobreza, mejorar progresivamente los indicadores de salud y ampliar la cobertura en educación, entre otros ámbitos esenciales-, la discusión política del último tiempo en Chile parece desconocer lo avanzado y busca, más bien, retroceder a códigos que parecían desterrados.

Pese a que la responsabilidad de valorar los avances logrados por el país en el pasado reciente recae en todo el espectro político, son los representantes de centro -y en particular los de centroizquierda- los que habían permitido contener a sectores de la izquierda más radicalizada y jugar un rol estabilizador. Pero al tenor de la polarizada forma en que se han llevado a cabo recientes reformas trascendentales, pareciera que ese rol de contrapeso se ha diluido, lo que no es una buena señal para el país.

En la práctica, las ideas que terminan imponiéndose en la oposición son las que enarbola el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio (FA), con una notable ausencia de los sectores que tradicionalmente representaron una postura reformista pero a la vez impulsora de consensos amplios y con una mirada gradualista, como fue la lógica que caracterizó al eje Democracia Cristiana, Partido Socialista y PPD en los gobiernos de la Concertación. Esta ausencia de liderazgos en la centroizquierda deja un vacío, y probablemente ayuda a explicar por qué el representante mejor evaluado del PC anuncia su disposición a competir en la elección presidencial cuando todavía falta casi un año y medio para llevarse a cabo. 

En medio de este cuadro, se mira con atención qué rumbo tomará la tienda democratacristiana. La administración saliente intentó, en sus primeros pasos, diferenciarse del bloque conformado por el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio (FA), activándose como actor relevante en la discusión de reformas claves -como por ejemplo la tributaria-, elaborando propuestas viables y buscando establecer acuerdos con otros sectores políticos. En las últimas discusiones, sin embargo, ha costado diferenciar el discurso político de parlamentarios de la DC y sus socios opositores del PC y el FA. Es así como mientras algunos parlamentarios progresistas buscan opciones viables para reformar el sistema de pensiones, una senadora de la DC se suma a la iniciativa impulsada por la izquierda más extrema para nacionalizar los fondos previsionales. A la luz de estas consideraciones es evidente que la próxima elección de su directiva será seguida con especial interés, a fin de calibrar qué línea terminará imponiéndose. 

El repliegue de la centroizquierda esté contribuyendo a que cunda un ambiente de polarización en el país -a ello tampoco ayuda un oficialismo que ha caído en sus propias rencillas internas-, y desde luego siembra un terreno fértil para que prosperen con facilidad medidas simplistas a problemas complejos. Es preocupante que todo lo anterior se dé en un ambiente de alta incertidumbre económica y en medio de una crisis sanitaria, que es cuando más se requieren voluntades aunadoras.

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