El boinazo verde

HectorLlaitulWEB


La abierta insubordinación de una unidad de Carabineros el día viernes ante una orden judicial quedará como una mancha en la despedida del gobierno. Hay que retroceder mucho tiempo, hasta los boinazos, movilizaciones militares ocupadas por Pinochet para amenazar al poder civil cuando este hacía cosas tan incómodas como investigar un fraude donde estaba involucrado su hijo. Pero aún en ese tiempo, Pinochet y sus nostálgicos oscilaban en los bordes del Estado de derecho; Carabineros el día viernes abiertamente los traspasó, y al momento de estas líneas no hay una reacción decidida de La Moneda.

Para el gobierno es un lío mayor no solo por la insubordinación, sino porque la llamada Operación Huracán ya había traído ruidos internos. Hay que recordar que el Ministro de Desarrollo Social había acusado efectismo comunicacional, al mismo tiempo que Interior respaldaba a la policía uniformada. Aunque la molestia fue mayor, desde las altas esferas se prefirió quitarle el micrófono a Barraza, en vez de sacarlo. El Partido Comunista, en el que milita el ministro, siempre le creyó y prueba de ello fueron los innumerables papelógrafos urbanos donde mantenían su tesis.

También La Moneda, en un acto que solo puede ser interpretado de respaldo político a Carabineros, envió al subsecretario del Interior a Argentina para supuestamente hacer coordinaciones de seguridad con las autoridades de ese país. Según filtraron al diario La Nación de Buenos Aires, en el otro lado de la cordillera vieron esa visita como una verdadera pérdida de tiempo. Tampoco reaccionó La Moneda ante la segunda señal política de que algún olor raro traía este huracán.

El general Villalobos, que debe ser la única autoridad en democracia que conserva el puesto mientras bajo sus narices se comete un megafraude, parece poseer una capacidad de control sobre los políticos más allá de lo razonable. Logró convencer a la autoridad de respaldarlo ante una operación con demasiados costos políticos, y pruebas más propias de Austin Powers, que de una institución de inteligencia seria. Se superó a sí mismo, pues ya había logrado un galardón único al instalar la tesis de que el mejor general director que podía resolver el desfalco llamado "Pacogate", era él mismo, pues si colocaban a otro no se podía saber si estaba ligado a los malos manejos de dinero.

Pero las cosas ahora son mucho más graves. Carabineros es una institución a la que la ley le concede mucho poder. No solamente es el primer contacto con los ciudadanos afectados por la delincuencia, sino que además sus pericias son fundamentales en las investigaciones judiciales, y poseen, entre otras cosas, el control de la seguridad en La Moneda, incluyendo a la Presidenta. Tal poder en democracia debe tener siempre contrapesos, y por ello la misma legislación los coloca supeditados a los otros dos poderes, y sobre todo no deliberantes.

En pocas horas los uniformados pasaron por encima de sus superiores al recibir a la PDI con las fuerzas especiales, impedir una diligencia judicial, y para que no quedara dudas, con su director de Inteligencia pauteando a los tribunales de justicia. Y todo esto sin que apareciera el Ministro del Interior, quien quizá consideró que en manos de Bruno (como le dicen en Palacio) todo iba a salir bien. La señal de debilidad política quedó instalada y solo se desarma de una manera: entregar el poder a las próximas autoridades con otro Alto Mando en Carabineros que tenga claro dónde está su lugar en el Estado de derecho.

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