¿El fin de las grandes metrópolis?



Por Paz Serra, jefa de la División de Desarrollo Urbano del Minvu

La pandemia ha puesto en evidencia los déficits que poseen nuestras ciudades, desatando un amplio debate mundial sobre sus problemas de diseño y planificación. En el caso de Chile, la discusión ha estado cruzada por temas como el hacinamiento, la segregación social, la dimensión de las ciudades y la posibilidad de moverse sustentablemente al interior de ellas.

Es muy temprano para sacar conclusiones sobre el impacto urbano del Covid-19, pero ya se observa un fuerte cambio cultural en la movilidad. Hemos visto el boom que vive la bicicleta, que ha obligado a más de 160 ciudades a adaptarse a este y otros fenómenos, como el aumento del flujo peatonal. Sin embargo, la posibilidad de ocupar la bicicleta o simplemente caminar al trabajo, se diluye a medida que se expande la mancha urbana, es decir, no son opciones reales de transporte para las familias que habitan en el borde de la ciudad.

Los costos de esta segregación espacial han sido descritos por distintos estudios. En hora punta, los traslados en transporte público pueden superar fácilmente las dos horas en algunas comunas de la Región Metropolitana -lejos del estándar de 60 minutos que establece el Sistema de Indicadores y Estándares del Desarrollo Urbano-, y un hogar compuesto por tres personas en Santiago puede desembolsar cerca de 122 mil pesos al mes en movilización.

En este contexto, tenemos que establecer una relación idónea de tiempo de traslado entre el empleo y el hogar. ¿Cómo lo hacemos? Los caminos son diversos. Para que las personas vivan cerca del empleo, equipamiento y servicios, en el Minvu nos abrimos paso en la ciudad a través de las políticas de integración social y territorial, subsidios, gestión de suelo y regeneración urbana.

Las soluciones también están fuera de los muros de las grandes áreas metropolitanas y aquí la pandemia ha hecho por la descentralización territorial lo que ninguna política pública ha logrado, al hacer que las personas comiencen a mirar urbes de menor tamaño, más compactas, eficientes ambientalmente y con menos aglomeraciones para rehacer sus vidas.

Antofagasta, Coquimbo, La Serena, Curicó, Temuco, Villarrica, Osorno y Valdivia, por citar algunas, son ciudades intermedias, bien dotadas de servicios y equipamiento, que podemos ocupar. Pero tampoco las podemos idealizar, porque, en definitiva, las personas van a estar donde está el empleo y ese es uno de los grandes desafíos que tienen estas ciudades para que más personas vivan en ellas.

Aún no sabemos si la pandemia será el fin de las grandes metrópolis, pero lo que sí sabemos es que contamos con un territorio que nos ofrece una serie de oportunidades para abordar nuestros déficits urbanos, a través de las ciudades intermedias, en las que, además, debemos fortalecer sus procesos de ordenamiento territorial, para que no sean víctimas de su propio éxito y pierdan así su esencia, paisaje e identidad, que tanto valoramos hoy.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.