El infame Domínguez

Budi


Hace poco estuve en Puerto Domínguez, allí a orillas del bello lago Budi. Aquella es una tierra con trágica historia tanto para los mapuche como para los colonos de Islas Canarias traídos a la zona comienzos del siglo XX. Todos llegaron en busca de una mejor vida, empujados por la pobreza y las epidemias existentes en Europa. Pero lo que vivieron fue un infierno.

Fueron ochenta y ocho las familias reclutadas por la Empresa Colonizadora del Budi, propiedad de los empresarios españoles Francisco Sánchez y Eleuterio Domínguez. Ambos lograron del Estado la concesión de 60 mil hectáreas al sur del río Imperial para colonización con campesinos y trabajadores canarios.

El primer grupo de familias se embarcó en el vapor Orellana el 4 de octubre de 1903, llegando a Talcahuano los primeros días de noviembre. Desde allí fueron trasladados en tren hasta Nueva Imperial y más tarde en convoyes hasta Carahue. En la histórica ciudad fueron embarcados en vapores rumbo a Bajo Imperial, nombre que recibía puerto Saavedra en ese entonces.

Allí quedaron a la espera para recibir sus hijuelas en el lago Budi, destino final de su larga travesía desde Europa. Su llegada causó positivo revuelo. "La gente se muestra cariñosa con los colonos y muchas familias han logrado alojamiento gratis en el pueblo. Desde la misma noche hemos oído cantos españoles", consignó el diario El Radical de Nueva Imperial.

Importantes lonkos de la costa también los reciben con afecto.

"Los caciques Painén y Painemilla les dieron la bienvenida con una buena pipa de vino y fondos de cazuela y asados. Más de cien indios formados en escuadras galoparon chivateando a los alrededores de la playa. Algo nos trajo a la memoria los antiguos parlamentos entre indios y españoles en tiempos de la colonia", escribió el corresponsal.

Pero pronto aparecieron los problemas.

El primero, que mucha de la tierra asignada a los empresarios ya tenía moradores. No solo familias mapuche, también chilenos que por iniciativa propia se habían instalado hace al menos una década en la zona. Eleuterio Domínguez no tuvo compasión; decretó el desalojo de todos. Y a quienes no aceptaron la medida incendió sus casas, destruyó sus siembras y confiscó sus animales.

A los reclamos de los chilenos pronto se sumaron los mapuche denunciando no solo robo de tierras y animales, también vejámenes y atropellos de la fuerza de gendarmes que actuaba a las órdenes del español. Domínguez, al igual que el italiano Giorgio Ricci, el fundador de Capitán Pastene, se había dotado de su propio ejército de matones en complicidad con autoridades locales a quienes consta que sobornaba

Hasta los propios colonos terminaron enfrentados a Domínguez debido a irregularidades en sus contratos y abusos que eran pan de cada día.

Con los años cundió el descontento y las familias comenzaron a abandonar una por una la colonia. La respuesta de Domínguez fue brutal; estableció un régimen carcelario, impidiéndoles salir de la zona y persiguiendo con guardias armados a los fugitivos. Ello llevó a los canarios a bautizar el lugar como El presidio de Ceuta, en referencia a la temible cárcel española ubicada en el norte de Africa.

Las denuncias pronto llegaron a las altas esferas del gobierno.

Lo cuenta en sus memorias el abogado y exmilitar, José Miguel Varela, quien tras ser nombrado Intendente de Cautín por el presidente Riesco debió lidiar, sin éxito, con el conflicto. "A pocas semanas de mi llegada tuve que afrontar un grave problema, la usurpación de una vasta extensión de tierras indígenas en el lago Budi que hizo el español Domínguez", relata.

Varela, de admirable sentido del deber y la justicia, de inmediato decidió tomar cartas en el asunto; informó vía telegrama al ministro del Interior en Santiago que había dispuesto de una unidad de caballería para que se dirigiera desde Nueva Imperial a la zona y procediera "al desalojo de este usurpador y de sus seguidores, alrededor de treinta hombres con sus familias".

"Trate de mantener la situación como está. No agite más los ánimos. Es preferible que no haga nada al respecto", fue la respuesta que recibió de la capital. Varela renunciaría a su cargo a los pocos meses aduciendo ante el mandatario "razones personales". Lo reemplazó Temístocles Urrutia, hasta entonces jefe de la Inspección General de Colonización y hombre cercano a Domínguez y su séquito.

El año 1907 Domínguez recibió del Estado 42 mil hectáreas en pago por su "labor colonizadora". Como pocas familias quedaban en el lugar, con las tierras formó la Hacienda El Budi, por entonces el fundo más grande de la Araucanía. Tras su muerte en 1912, sus herederos harían fortuna con su venta. Las tierras acabarían en manos de la Sociedad Agrícola del Budi, empresa vinculada a los dos presidentes de Chile de la familia Alessandri.

Lo olvidaba; Eleuterio Domínguez también construyó a orillas del lago un embarcadero y un pequeño poblado. Es el mismo que hasta nuestros días le rinde vergonzoso homenaje.

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