¿El mejor plebiscito del mundo?



Por Carlos Ominami, economista

Pasadas las Fiestas Patrias, el plebiscito entrará a tierra derecha. Es sin duda la “madre de todas las batallas”, la llave para abrir paso a un proceso que permitirá establecer democráticamente, por primera vez en nuestra historia, el sistema de normas fundamentales para las próximas décadas. En este sentido, es más importante que una elección presidencial.

El plebiscito es también la oportunidad para mostrar al mundo y a nosotros mismos la mejor cara de Chile: la del país que se pone de pie, que concurre a votar masiva y tranquilamente, que cuenta bien y rápido los votos.

Desgraciadamente, la organización general del proceso no está todavía a la altura de la trascendencia del desafío. Hay incertidumbre y una gran falta de información. A menos de 40 días, no hay una campaña nacional que llame a hacer del plebiscito una gran movilización republicana, que explique la importancia de lo que está en juego, que se han tomado todos los resguardos para hacer de los lugares de votación recintos especialmente seguros, que habrá transporte público gratuito, en fin, que todo está previsto y no se ha dejado nada al azar.

Con medios limitados, el Servel ha hecho lo que ha podido. Habrá tiempo después para establecer un juicio sobre su desempeño. Desarrollar un proceso electoral en condiciones de pandemia es un desafío enorme. Sin embargo, varios países lo han hecho con resultados positivos. Chile está en condiciones de sacar adelante la tarea. Se requiere para ello un gobierno resueltamente comprometido con su realización. Pero hasta ahora se ha limitado al estricto mínimo. Se necesita, por el contrario, un gobierno proactivo que motiva e informa, escucha, explica y resuelve, que se juega a fondo y no escatima recursos para asegurar el éxito del proceso. Siempre inclinado a la competencia, esta vez no hemos escuchado ni por asomo al Presidente de la República comprometer algo parecido al “mejor plebiscito del mundo”. En realidad, bastaría con uno correctamente organizado con todos los resguardos necesarios.

Se puede argumentar que las energías han estado puestas en el enfrentamiento de la crisis y sus secuelas. Ronda sin embargo una sospecha: dado el desfonde del rechazo, no existe gran interés al interior del gobierno y de su coalición en un plebiscito con alta participación y en el cual el respaldo al Apruebo se anuncia arrollador. De ahí el retraso en responder a las demandas del Servel o la no definición del plebiscito como un asunto de interés público que obligue a los canales de TV a través del CNTV a una campaña de información masiva.

Es claro que los resultados del 25 de octubre no darán para una gran celebración en La Moneda. En esto, la suerte está echada. Sin embargo, esforzándose al máximo para resolver todas las cuestiones pendientes, el gobierno tiene la posibilidad de ser parte de un gran momento republicano. Ojalá así sea. Estamos todavía a tiempo.

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