El ninguneo a Greta

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"Parece una niña muy feliz que espera un futuro brillante y maravilloso. ¡Muy agradable de ver!". Este fue el proverbial tuit del negacionista Donald Trump, ante el discurso pronunciado por la activista ambiental Greta Thunberg en Naciones Unidas. Una intervención dramática y llena de decepción por la grave crisis climática del planeta y cómo ésta compromete el futuro de las nuevas generaciones.

Quienes utilizamos las redes sociales ya estamos habituados a los exabruptos del Presidente norteamericano, pero ese comentario me pareció particularmente objetable. Su manera burda de ninguneo mediático, para descalificar e invalidar a la mensajera, parece tan impropio de su cargo. Pero Trump, fiel a su estilo, ignora el poder que viene demostrando esta adolescente, capaz de movilizar junto a sus seguidores de Fridays For Future a millones de personas en todo el mundo y con todo el respaldo de la evidencia científica. Es cierto que Thunberg, a sus 16 años, ha tenido una visibilidad inédita. También es cierto que la crisis del medioambiente es un tema que aún divide. Pero sorprende el ensañamiento y pobreza discursiva de sus detractores que, frente a la contundencia y honestidad de sus palabras, han optado por los ataques personales, por cuestionar su juventud y, por tanto, su solvencia como interlocutora de los próceres mundiales. También utilizan su condición de Asperger, de niña -y mujer cuando conviene para arreciar con la crítica-, y la supuesta manipulación de la que está siendo objeto, tanto por un lobby empresarial como por sus propios padres.

Cuánta empatía, respeto y tolerancia falta en este debate. Más aún por el rol de liderazgo que nuestro país está comenzando a asumir como anfitrión de la COP 25. Thunberg estará también en esta cita y es de esperar que esta última escala de su periplo transatlántico le permita volver a su país con más esperanza, compromisos de cambio real y menos sueños robados.

Mientras, el Presidente Piñera tuvo un rol relevante en Nueva York desafiado por la oportunidad única de convertir a Chile en un líder genuino por la sostenibilidad del planeta. Habló de la falsa dicotomía entre crecimiento y medioambiente; lanzó la Alianza por la Ambición Climática, para forzar compromisos más concretos de reducción de emisiones; prometió plantar un árbol por cada habitante de Chile e, incluso, se abrió a firmar, con reservas, el Acuerdo de Escazú, que institucionaliza la democracia medioambiental.

No podemos defraudar. Sobre todo, porque hay un elemento adicional: hoy los movimientos sociales están en alza. Participar en acciones colectivas ha ido adquiriendo más relevancia para la ciudadanía, que ha encontrado en ésta una vía más efectiva para la participación política y para que las cosas, efectivamente, pasen. Tendremos pues Fridays For Future para rato. Y seguramente será la nueva caja de resonancia para los numerosos malestares sociales que nos aquejan.

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