El papel aguanta todo, Chile no



Por Juan José Obach, director ejecutivo de Horizontal

Las reformas tributarias de los candidatos presidenciales que puntean en las encuestas son el mejor ejemplo de que esta es la elección presidencial más polarizada desde la vuelta a la democracia. Mientras el candidato de extrema izquierda promete que tendremos más progreso con un aumento de la carga tributaria de un 40%, el de extrema derecha promete ese mismo progreso, pero con una disminución del 20%. Algo no calza.

El 1 de noviembre por fin conocimos el programa de gobierno de Gabriel Boric. Con una batería de medidas como la desintegración total para empresas grandes, impuesto a la riqueza y un royalty adicional para la minería, se plantea una reforma tributaria que supuestamente logrará recaudar, en régimen, 8 puntos del PIB. Esto significa un aumento del 40% de la carga tributaria, llevándola desde el 21% a un 29% del producto. Esto, sin contar su propuesta de reforma de pensiones, donde el componente de reparto (1/3 de cotizaciones) equivale a un impuesto al trabajo de casi 2 puntos del PIB.

En la otra vereda, José Antonio Kast plantea reducir el impuesto a las empresas de un 27% a un 17% -cuando el promedio OCDE es de un 23,6%; bajar en 2 puntos el IVA y eliminar todo tipo de impuesto al patrimonio personal, como contribuciones, herencias y donaciones. Con todo, la recaudación tributaria en un hipotético gobierno de Kast disminuiría desde el actual 21% del PIB a menos del 17%. Es decir, tendríamos una baja del 20% con respecto a la situación actual.

Boric vs. Kast. Aumento del 40% vs. disminución del 20%. Mientras uno propone hacer crecer el tamaño del Estado creando 23 nuevas instituciones públicas (¡sí, 23!), el otro quiere llevarlo a su mínima expresión, eliminando 12 de los 24 ministerios, reduciendo en 37% el número de parlamentarios y cerrando casi el 80% de las embajadas.

Los procesos de desarrollo de los países son graduales y los casos exitosos nos enseñan que este se logra con un equilibrio entre un Estado moderno y presente, y un mercado profundo y de reglas claras. No hay atajos ni saltos al vacío. Al contrario, la historia está plagada de fracasos estrepitosos cuando el dogmatismo y los maximalismos se sobreponen a las reformas graduales, caso que temo es el de ambos programas.

En tributos, la evidencia comparada es menos pomposa que estos extremos. Al 2019, la carga tributaria de Chile era 5 puntos más baja que el promedio OCDE (controlando por cotizaciones para la seguridad social) y con una brecha de ingresos per cápita de US$ 17.000. Esta brecha es la que cualquier discusión tributaria seria debiera ir cerrando gradualmente a través de un pacto tributario que dé certezas, estabilidad y garantías a la inversión; donde gastos permanentes se financien con ingresos permanentes; y buscando siempre la equidad horizontal y vertical. Es decir, que personas que ganan lo mismo, paguen lo mismo, y personas que ganan más, paguen más.

Dicen que el papel aguanta todo y ambas propuestas tributarias son el mejor ejemplo de esto. ¿Lo más lamentable? Quienes más sufrirán estos saltos al vacío serán, una vez más, personas de carne y hueso.

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