El poder en nuestras manos

19 de noviembre de 2017/SANTIAGO Una mujer introduce el voto en la urna en el Colegio Teresiano Enrique de Ossó, colegio donde votara la presidenta Michelle Bachelet. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO


Por Gloria de la Fuente, presidenta Fundación Chile21

Estamos a horas de uno de los hitos más relevantes de la historia de nuestro país y no es una exageración. Lo que se define este domingo no es solo si los chilenos y chilenas queremos terminar con una Constitución elaborada en dictadura, como pilar fundamental de un régimen que se autoerigió como refundacional, sino también la posibilidad única en la historia de nuestro país de elaborar una Carta Fundamental considerando la participación ciudadana, esto como un primer paso para un proceso de largo aliento que será hacer una verdadera transición hacia un nuevo pacto social y una democracia inclusiva.

Es un momento de esperanza. Lo que se decide este fin de semana marcará parte importante del camino que seguirá Chile. Dependerá de la sabiduría no solo de la dirigencia política, sino de la sociedad en general, que este proceso se realice de una manera que logremos reconciliar las miradas del país que hemos construido, pero sobre todo, del que soñamos en el futuro. Las democracias ofrecen esas oportunidades que es preciso tomar con responsabilidad. El camino de las instituciones es siempre la alternativa para que las grandes mayorías se expresen y donde las minorías encuentren respeto.

No vale la pena especular sobre cuál es el resultado óptimo en materia de participación o la diferencia entre las opciones en juego. Este acto electoral ocurre en medio de una pandemia que requiere vencer el miedo para concurrir a las urnas. Es de esperar que las expectativas de cambiar nuestro destino se impongan al temor del contagio, entendiendo además que se han tomado todas las medidas sanitarias para que ello no ocurra.

Lo que viene a partir del lunes será del todo relevante. La tensa espera de estos días debiera dar lugar a la apertura de la discusión para la elección de los constituyentes. Que exista claridad respecto a lo que está en juego, debiera tener un correlato con la posibilidad de que las amplias mayorías se vean representadas en el órgano constitucional. El proceso de definición de los contenidos de una Constitución y la legitimidad de estos, serán una pieza clave que requerirá capacidad de diálogo y acuerdo, salir de la trinchera y tener disposición a convencer y ser convencidos.

Una pieza clave será también la discusión sobre las reglas del juego que se dará el propio órgano constituyente. La confianza en el proceso dependerá fundamentalmente de que los procedimientos que se definan cuenten con grados importantes de transparencia e información, de manera que los fundamentos de la toma de decisiones sea conocida y legitimada por todos. Si existieran reservas de algunos debates, ellas deben ser claramente justificadas. No pueden ser fruto de arbitrariedades ni de enarbolar excusas para no hacer de este un proceso ampliamente abierto y de deliberación democrática. A propósito de la participación, también debiera ser una discusión relevante cómo se habilitan mecanismos para que la ciudadanía pueda deliberar y canalizar sus demandas. Si este proceso constituyente fue producto de la movilización masiva de los ciudadanos, es entonces importante considerar que existe una expectativa en torno al ser escuchados y ser también parte, cuestión que es un desafío enorme en un país que, hasta ahora, tiene déficit importantes en esta materia.

Tenemos el poder en nuestras manos, esa es la virtud de la democracia, porque cuando las cosas se ponen álgidas, es preciso que recordemos que la voz principal siempre está en la soberanía popular; contra eso no hay otro poder más relevante, ni siquiera el del odio o el de las armas, que se pueda imponer con legitimidad a las grandes mayorías políticas y sociales.

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