El testimonio de un Presidente

French President Francois Hollande exits a voting booth before casting his ballot in the first round of the 2017 French presidential election at a polling station in Tulle
French President Francois Hollande exits a voting booth before casting his ballot in the first round of the 2017 French presidential election at a polling station in Tulle, France, April 23, 2017. REUTERS/Georges Gobet/Pool FRANCE-ELECTION/


El expresidente Hollande acaba de publicar un libro de más de 400 páginas: Las lecciones del poder. En tiempos en que el Presidente de la primera potencia mundial se expresa a través de tuits se agradece el esfuerzo de un gobernante por argumentar y dar razones para explicar éxitos y fracasos.

No es una práctica habitual en nuestros países. En Chile, el expresidente. Aylwin partió llevándose, al parecer, a la tumba sus secretos. El expresidente Frei no se ha animado hasta ahora a contar en primera persona su experiencia. Tampoco lo han hecho los expresidentes Piñera y Bachelet. El Presidente Lagos publicó un primer tomo de sus memorias que cubre hasta 1990. Se espera una segunda entrega que de cuenta del período en el cual estuvo al frente del país.

Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero el punto de vista de quien ha estado a la cabeza de la nación tiene un valor incalculable. Es un factor fundamental para entender la lógica de muchas decisiones que pueden haber generado gran perplejidad. El testimonio de Aylwin sería una pieza muy valiosa para una mejor comprensión de la transición. La experiencia de Frei es clave para entender cómo el desarrollo del país se encaminó en una determinada dirección. Lagos tiene mucho que aportar a un mejor entendimiento de todo este periodo histórico. De cara a sus segundos mandatos habría sido útil que los Presidentes Bachelet y Piñera hubieran puesto negro sobre blanco una evaluación de sus primeros gobiernos. La palabra escrita mantiene todavía una cierta sacralidad.

En su libro el expresidente Hollande no es autocrítico. No asume que es parte de su legado el colapso de su partido, el Partido Socialista, el de Jaurès, Blum y Mitterand, que se debate hoy día entre la desaparición y la irrelevancia. Con razón muchos se lo han reprochado. Su intervención tiene, sin embargo, el mérito de enriquecer el debate dando cuenta del marco de restricciones y condicionamientos en que muchas decisiones polémicas fueron adoptadas. Sus argumentos no convencen pero ayudan a entender.

El libro aporta algo que no se aprende estudiando. Es insustituible la recomposición del contexto, la descripción de la atmósfera, la caracterización de los principales protagonistas que intervienen en las decisiones que puede hacer quien tuvo la última palabra.

Hollande describe bien como debe ser un buen jefe de Estado: lejano pero a la vez cercano, inflexible pero humano, majestuoso y modesto, misterioso pero transparente, lacónico pero locuaz, distante y abordable, monarca y ciudadano. Se trata de una ecuación casi imposible pero de un equilibrio que el Jefe de Estado debe buscar. Él no lo consiguió.

Aunque lo niegue, Hollande no es simplemente un Presidente saliente. Es claramente un perdedor. Pero desde su derrota ha sido capaz de dar la cara y salir a defender su obra. Y justo es reconocer que si Macron puede hoy día codearse mano a mano entre los más grandes de este mundo es porque Francia consiguió, al menos, ordenar su economía y enfrentar con resolución el terrorismo. Hollande destruyó su base de apoyo pero quizás la historia termine reconociendo que evitó una decadencia que para muchos parecía inexorable.

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