El tiempo apremia

DC2


Al igual que muchos democratacristianos, siento una profunda inquietud por la crisis que afecta al partido en el que he militado toda mi vida. Las manifestaciones visibles de esa crisis son el marcado retroceso electoral, la ausencia de un rumbo partidario claro, la pérdida de identidad doctrinaria y el debilitamiento de su autoridad política ante el país. Como consecuencia de ello, se han alejado valiosos camaradas y es notoria la desafección de otros.

Esta situación se traduce también en una especie de parálisis de la vida interna, en que una parte del partido está en etapa de reflexión y otra a la espera del resultado de ese proceso para actuar.

No hay, pues, cómo ocultar que la DC atraviesa por una crisis sin precedentes, en lo cual influyó fuertemente su experiencia de los últimos años. Es cierto que el declive venía de antes, pero se acentuó al integrar irreflexivamente un bloque en el que coexistieron visiones muy contradictorias sobre el progreso del país, que se expresaron en desacuerdos sobre la orientación, las prioridades y los métodos del gobierno que acaba de terminar. La DC debe extraer enseñanzas de lo ocurrido, hacer una profunda autocrítica, enmendar rumbos y reconocer sus propios errores.

Por desgracia, nuestro debate interno ha sido precario y, en algunos momentos, irrelevante, donde en vez de buscar soluciones a las profundas diferencias entre los diferentes sectores ha habido quienes han dicho que "las puertas del partido están abiertas para los que quieran irse". Eso refleja inconciencia respecto de lo que está en juego. Si el partido se vuelve insensible ante la partida de militantes, quiere decir que perdió el norte. Hay quienes sostienen que un partido más chico puede ser más coherente e influyente. Un partido más chico es solo eso, más chico. En un partido de centro siempre van a coexistir fuerzas más liberales y fuerzas más conservadoras. Eso es lo que lo define como de centro. Eso fue lo que definió durante décadas a la DC y la hizo un partido influyente y respetado. Puede volver a serlo.

Ello requiere claridad acerca de lo que queremos representar ante el país,  o sea, qué valores sostenemos y qué nos distingue de otras colectividades. Sin coherencia en ese plano, será muy difícil que el partido recupere fuerzas. ¿Es posible un amplio acuerdo interno, como ha propuesto el senador Huenchumilla? Ojalá lo sea. Pero ello no puede ser una transacción administrativa que consista en repartirse cargos aquí y candidaturas allá. Necesitamos revitalizar nuestras raíces y restablecer la fraternidad democratacristiana. Siempre fuimos un partido de acción,  inserto en el tejido social.

Los democratacristianos tenemos motivos para sentirnos orgullosos de la contribución hecha a la reconstrucción democrática y a la obra de los gobiernos concertacionistas. Es precisamente por eso que ha sido penoso el empeño de algunos grupos por invalidar esa experiencia, sin la cual no se entendería el enorme salto de progreso que dio Chile en las últimas décadas. No haber sabido defender ese camino fue el principio de nuestras dificultades. Si el partido quiere ser respetado por los ciudadanos, tiene que ser fiel a sí mismo.

Es urgente enfrentar esta crisis. Hay que pedirle a los que están por abandonar el barco que hagan un último esfuerzo. Pedirle a los que creen que no importa que grupos importantes salgan del partido que reflexionen sobre las consecuencias que eso trae. Nadie gana con esto. Si no lo resolvemos, estamos condenados a la irrelevancia. El tiempo apremia.

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