Equilibrio precario

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Han pasado más de cinco semanas desde el estallido social y pese a que respecto a lo ocurrido hay, al menos hoy, un horizonte con la agenda social y el proceso constituyente, lo cierto es que el equilibrio sigue siendo muy precario. La situación requiere enorme responsabilidad de todos los actores políticos involucrados.

Está demás decir a estas alturas que este estallido social se transformará en una coyuntura crítica, es decir, en un antes y un después sobre la manera en que nuestra democracia se ha articulado desde 1990. Esto implica altos niveles de incertidumbre. El futuro sólo se podrá delinear en la medida que haya acuerdos relevantes sobre cómo dibujar paso a paso y con parsimonia, pero con sentido de urgencia, cada uno de los elementos que están en el cuadro del horizonte de salida. No ver esto, especialmente desde quienes deben tomar las decisiones en Chile, puede finalmente tener un alto costo para nuestra propia convivencia social.

En tal sentido, señalaba en una columna anterior, que la buena llegada del proceso constituyente requerirá, al menos, resolver de manera adecuada las vulneraciones a los derechos humanos, el orden público y la agenda social. Todos pasos que corren en paralelo, pero que son requisitos indispensables para recomponer el diálogo con una ciudadanía cada vez más enojada con el mundo político y cuya confianza respecto a su capacidad de poner un horizonte de salida a esta crisis, pende de un hilo.

Desde esta perspectiva, mientras la agenda social parece avanzar, no sin dificultad, en el debate en el Congreso, la cuestión del orden público y la violación a los derechos humanos -probablemente el tema que parece tener mayor urgencia por lo imprevisibles que son los hechos que ocurren en la calle-, aún no tienen una respuesta clara. No hay nada que involucre, por ejemplo, una reforma relevante de la institución de orden, señales claras respecto al respeto de los protocolos y una respuesta contundente de verdad, justicia y reparación a las vulneraciones a los derechos fundamentales.

No habrá un proceso constituyente con altos grados de legitimidad ciudadana si lo anterior no se resuelve adecuadamente. Al mismo tiempo, parece un gran contrasentido las señales erráticas que se han observado en estos días, que ponen en entredicho, por los propios actores firmantes del acuerdo para plebiscitar la nueva constitución, algunos puntos del mismo. No se puede borrar con el codo lo que se escribe con la mano. Es imperioso pensar en que lo que la ciudadanía requiere hoy es recuperar la confianza en un proceso que es mirado con distancia y para ello, la certidumbre sobre los contenidos, la transparencia y la integridad son piezas claves.

Es de esperar que la comisión técnica formada para desarrollar la ingeniería de detalle del proceso constituyente tenga conciencia de la importancia y relevancia de su rol. En gran parte de la tarea que ahora emprenden, se jugará la legitimidad de un proceso inédito en Chile.

Sin duda el proceso iniciado ya no tiene vuelta atrás. El punto relevante entonces es que no sean los propios actores del mundo político de gobierno, oposición y de los partidos, los que tiren por la borda la posibilidad de generar un nuevo pacto. La historia los juzgará con benevolencia o severidad, según la coherencia y responsabilidad en su actuar.

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