Es el empleo, debilucho

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Ministros de Hacienda, Felipe Larraín y de Economía, José Ramón Valente. Foto: La Tercera/Archivo


Poco original adaptación de la manoseada frase de campaña de Clinton para advertir lo que a todas luces el Presidente ya captó: si no repunta la generación de empleo, entonces puede irse despidiendo del respaldo en las encuestas.

Porque sabido es que el electorado inclina su voto a la derecha motivado, generalmente, por tres intereses: orden, seguridad y empleo. Como me dijo el mismo día de las elecciones un trabajador de la construcción: "Al menos con Piñera tendremos pega".

Sabia reflexión que no ha encontrado eco en la práctica, como bien lo captó Bachelet (cuya capacidad de conectar con el sentir popular es innegable) al calificar la situación como "debilucha".

Causa de lo anterior es posible encontrar en fenómenos coyunturales (una economía que no alcanza velocidad crucero, incertidumbre mundial, etc.), pero el dilema lo aportan otros de mayor profundidad y que bien podrían torpedear las metas del actual y de futuros gobiernos.

Me refiero, pues, a la mayor oferta de trabajadores originada por la inmigración (se ruega no calificar este comentario de xenófobo porque solo es una constatación), la disminución de puestos de trabajo por la incorporación de tecnologías y las conocidas rigideces de la legislación chilena que tantas veces ha advertido hasta la mismísima OCDE.

Sume a lo anterior que, debido a las expectativas que generó Piñera, más gente sale a buscar trabajo, lo que se refleja en el crecimiento de la "fuerza de trabajo" (o sea, personas con pega o que están buscando pega). Y como están las cosas, buena parte de ellos vuelve a casa sin novedades, alimentando su desazón y la de sus familias.

Así que Larraín, Valente y compañía la tienen bien compleja. Sin embargo, sortearon (y dicen que por un pelo) el cambio de gabinete. ¿Por qué cambiar al ministro de Educación si el problema está en el empleo? Bueno, porque esto es política y no ciencias exactas, aunque la historia acreditará que Piñera debió haberse sacado de encima a Varela en el momento exacto del "bingo" y no prestarle ropa (y desgastarse) por un par de semanas.

El problema, como se puede advertir, es más profundo y, por lo mismo, sus soluciones son más complejas. Requiere meter mano a ese mamarracho que la administración anterior catalogó de reforma laboral. No obstante, ello supone un tránsito por el Congreso casi imposible de superar para otro de los ministros en deuda (Blumel) y menos ahora que los chicos listos de Giorgio intentan parecer serios, entre denuncias sexuales, peleas internas y diputados faranduleros.

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