Fantasías constituyentes

constitución


La denostada Constitución vigente garantiza en su artículo 19, el “derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación”, y agrega que el Estado debe “velar para que este derecho no sea afectado”. Nadie podría discrepar de tan noble objetivo, salvo por los vecinos Talca, Temuco o Coyhaique, que todos los inviernos se ahogan en humo sin que nadie haga nada relevante por cambiarlo.

Este es el gran riesgo del proceso constituyente. Como el papel y la retórica dan para todo, los derechos sociales podrían ampliarse sin cumplirse en la práctica, frustrando los sueños de una ciudadanía que ha recibido solo esquirlas del estallido. No me refiero a los revolucionarios del barrio alto que juegan a la guerra con sus primeras líneas de izquierda y derecha. Hablo de las clases medias que perdieron su Metro, que caminan por veredas destruidas, que reciben insultos de escolares enajenados y que deben ahorrar siete años para juntar el pie de un departamento de 30 metros cuadrados.

Si la Constitución les promete nuevos derechos, el Estado debe disponer recursos y programas para concretarlos y eso no será fácil en un escenario de crisis económica agravado por el Covid-19. Si nos apretamos demasiado, corremos el riesgo de caer en la cosmética que defrauda. Esa que pinta pavimentos verdes en vez de hacer plazas o llena la ciudad de ciclovías mientras las micros dan bote. El otro extremo son elefantes blancos como el Transantiago o pirámides que nunca se concretan como el tren rápido a Valparaíso, el alcalde mayor de Santiago o teleférico de Antofagasta.

¿Cuál es el punto medio entre cosmética y pirámides? Son proyectos que pueden mostrar resultados en plazos relativamente breves y que permiten vivir, de forma concreta, los sueños que abrirá la Constitución. Si el tema es el derecho a la vivienda, entonces urbanicemos cientos de terrenos fiscales botados, para construir barrios con casas amplias, parques y servicios. Si prometemos el derecho a una ciudad justa, fijemos metas anuales para eliminar sitios eriazos y basurales, para reemplazarlos por plazas y áreas deportivas, como proponen los proyectos presidenciales Mapocho Río y Pajonal.

Y como de seguro estará la descentralización, habrá que saldar promesas incumplidas con las regiones y acelerar proyectos en curso como la apertura del borde costero de Valparaíso -que es clave en el escenario actual- o el parque propuesto para el oasis de Calama.

Independiente del resultado del plebiscito, este 2020 no puede terminar en cabildos donde políticos y politólogos compitan por hacer el discurso más épico para inflar su ego con fantasías constituyentes. Esta discusión debe tener un correlato en la vida cotidiana de las personas. Y debe tenerlo pronto, o nos veremos enfrentados a otro estallido de expectativas frustradas.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.