Feliz Navidad



Por Sylvia Eyzaguirre, investigadora del CEP

La ligera paloma, que siente la resistencia del aire cuando lo corta en su libre vuelo, podría imaginarse volar todavía mejor en el vacío” (Kant). ¿Qué frena el vuelo del hombre? ¿Cuál es la resistencia que hay que vencer? La escasez.

Luchamos permanentemente contra la escasez de todo tipo: material, emocional y sobre todo temporal. La arquitectura de nuestra vida está hecha en función de la escasez, es el principio que rige nuestra existencia; es la causa de nuestro movimiento. Satisfacer nuestras necesidades corporales, emocionales y espirituales nos obliga todos los días a entrar en acción. La escasez material, pero sobre todo la finitud de nuestra propia vida nos obliga a elegir y ello implica necesariamente priorizar y renunciar. El esfuerzo que implica satisfacer nuestras necesidades y su eventual fracaso nos produce cansancio, estrés y frustración. Pero nuestra condición de libres es la que nos causa angustia, vértigo. Nuestra libertad radica precisamente en ser conscientes de nuestra necesidad de elegir. ¿Cómo escapar a este fatal destino?

El capitalismo es una respuesta a este impulso vital, una respuesta que lleva a satisfacer nuestra angustia ante la elección. Lo que nos ofrece el capitalismo es minimizar esa angustia creando abundancia. He ahí su promesa (otra historia es si la cumple). El camino que nos ofrece el budismo también se puede interpretar como una respuesta ante esta angustia existencial. A diferencia del capitalismo que busca satisfacer nuestras necesidades enfatizando el tener, el budismo busca aplacar nuestras necesidades y deseos a través del desapego. Mi hija de cinco años ya entendió, inconscientemente, el dilema y propuso una solución distinta. Este año solo pidió un regalo al Viejo Pascuero: una varita mágica. Con simples movimientos y las palabras mágicas, la varita permite satisfacer cualquier deseo. Su primer deseo es traer de vuelta a este mundo al tío Pato, que era como su abuelo; su segundo deseo es que nadie envejezca ni muera; su tercer deseo es que yo tenga tanta plata que no necesite trabajar nunca más y me quede siempre en la casa jugando con ella; y su cuarto deseo es tener todos los juguetes que quiera cuando quiera.

¿Es la varita mágica la solución a nuestros problemas? No, la varita no soluciona el problema de la existencia, simplemente lo elimina. Más allá de hacernos inmortales y con ello eliminar el peso de nuestras elecciones y condenarnos a la eternidad, el satisfacer nuestros deseos y necesidades de forma instantánea nos dejaría en la inmovilidad absoluta, en un vacío insoportable a causa del hastío, en la ausencia completa de sentido.

Lo que solemos ignorar, al igual que la paloma, es que aquello que frena nuestro vuelo es precisamente lo que nos sostiene.

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