Fiesta y resaca

La “caña” de Chile va a ser más fuerte de lo que probablemente habría sido si no estuviéramos en plena campaña electoral financiada con las pensiones futuras de todos los chilenos y en un escenario político frágil dado por un Gobierno con baja legitimidad -incluso entre los suyos- y escasa popularidad.



Hoy no me puedo levantar… El fin de semana me dejó fatal”, cantaba Ana Torroja, del grupo Mecano, hace algunas décadas.

La protagonista vivía las consecuencias de una noche de fiesta y excesos, al punto de no poder pararse de la cama de tanto malestar. Caña, diríamos en buen chileno.

Me encontré con la canción hace unos días cuando manejaba de vuelta a casa -sí, soy de la generación que aún escucha música en la radio y no solo Spotify- y me acordé de nuestro país y de la tremenda resaca que nos dejarán los más de US$ 50.000 millones -según estimaciones del superintendente de Pensiones, Osvaldo Macías- que, con el tercer retiro, están saliendo del sistema previsional.

Es un hecho que las grandes crisis dejan a todos un poco más pobres. Y en nuestro caso, pasamos de la crisis social a la sanitaria-política, sabiendo todos que habría costos que pagar. Pero exageramos la fiesta.

La “caña” de Chile va a ser más fuerte de lo que probablemente habría sido si no estuviéramos en plena campaña electoral financiada con las pensiones futuras de todos los chilenos y en un escenario político frágil dado por un Gobierno con baja legitimidad -incluso entre los suyos- y escasa popularidad.

Como leí hace unos días nos encontramos ante el cohecho más grande que se haya visto antes de un proceso eleccionario. Aunque esta vez el financiamiento es de todos y a costa del endeudamiento futuro del Estado, ya en -a lo menos- 35% del PIB al cierre de este año, según Dipres, y con una proyección de llegar a 42,9% al cierre de 2025, lo que muchos analistas consideran una cifra extremadamente conservadora.

Esto, pues las proyecciones no incluyen la deuda implícita del país que proviene principalmente de las expectativas de pensiones de los chilenos, las que antes de los retiros ya eran consideradas bajas, y que con los giros actuales por lo menos debieran ser un 30% peores.

Por ello, es fácil proyectar que esta disminución del ahorro previsional del 15% del PIB es hoy una deuda que va a tener que cubrir a futuro el Fisco.

Por otro lado, si la esperanza es que las pensiones mejoren, por ejemplo, en un 30% a lo que eran antes de la pandemia, debiéramos esperar necesidades fiscales de por lo menos otro 15% del PIB. Es decir, sumando estas estimaciones es muy probable que la deuda implícita actual del gobierno esté, a lo menos, en un 80% del PIB.

Y hay más ingredientes para el cocktail: la disminución significativa del ahorro nacional por los retiros va a reducir la capacidad del Fisco de financiarse con endeudamiento interno, lo que aumentará el riesgo cambiario del financiamiento fiscal, pero también el de empresas y personas, perceptible, por ejemplo, en los créditos hipotecarios.

Así, la ecuación post fiesta no da para abrir otra botella de champaña, aunque muchos tengan hoy algunos ceros más en sus cuentas corrientes. Según mostró el IPoM de marzo, cerca del 60% de los recursos del primer y segundo retiro se mantienen en cuentas vistas y corrientes o fueron ahorrados por las personas, lo que está en línea con los resultados de la última encuesta CEP, en donde un 64% de los encuestados declara que su condición económica actual no es “ni buena ni mala” y “buena o muy buena”.

Como dijeron varios analistas explicando la fuerte baja de las acciones IPSA durante la semana, el problema ya dejó de ser “puntual” y “presente” para estar amenazando el mediano plazo y comprometiendo el futuro de la economía chilena. Y para qué decir de los cuestionamientos a la institucionalidad y la gran merma en confianza hacia nuestro país.

Pero para algunos aún estamos de fiesta.

El precio del cobre al alza, la inyección al consumo interno producto de los fondos retirados de las AFP, la proyección de crecimiento del 6% para este año y el desempleo que se mantiene en niveles menores a los dos dígitos en un plazo de doce meses, parecieran dar una falsa sensación de holgura.

Entonces, ¿por qué no ir por un cuarto 10%? ¿Por qué no seguir proponiendo medidas extremadamente populares, como entregar una renta universal de $ 600.000 mensuales, prácticamente desfondando las arcas fiscales, como propusieron las candidatas Narváez y Rincón?

Por favor: necesitamos recuperar la “sobriedad” en medio de la fiesta. Y esa labor está en manos de todos: parlamentarios, Gobierno, empresarios, ciudadanos, candidatos.

Por el bien de Chile, creo verdaderamente que la posibilidad de hacerlo puede venir del proceso constituyente, que nos permita recuperar la seriedad y profundidad en el diálogo político que fue característico de las décadas de mayor desarrollo del país. Así, y con mucha esperanza, el período vivido estos últimos meses podría quedar en el futuro sólo como una gran resaca, pero sin riesgo vital.

- El autor es gerente general de Grupo Prisma

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