Frases de antología

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El manejo de la palabra, en otra época una de las herramientas principales de la política, parece importarle poco al gobierno actual. Su discurso está lleno de lapsus, improvisaciones y descuidos. En estas semanas hemos escuchado a dos ministros expresarse en forma lamentable, no sabemos si por ignorancia o porque simplemente creen que pueden decir lo primero que se les viene a la cabeza.

La ministra de la Mujer Isabel Plá parece desconocer que el feminismo siempre ha sido político. Antes de la marcha del viernes señaló que se trataba de "una bandera de lucha politizada" que "distrae de los temas centrales" y que la agenda del movimiento "excede los temas de la mujer". ¿Qué habrá querido decir? ¿Que lo central es la productividad y el empleo? ¿Que el aborto y los abusos no son temas de la mujer? ¿O más bien que el sector que ella representa es contrario a dichas causas?

De pronto la cosa va por ahí, aunque habría que tener presente que junto al aborto y el abuso, el feminismo aboga porque a igual preparación y con las mismas responsabilidades, las mujeres dejen de ganar menos que los hombres. Eso es tan político como lo fue el derecho a voto en 1949. Y si bien ahora se ve menos orgánico -más global también-, el movimiento chileno forma parte de una tradición que es eminentemente política y que tiene entre sus precursores al Partido Cívico Femenino, a los Centros Femeninos Belén Sárraga y al MEMCH, entre otros.

Asimismo, José Ramón Valente emitió otra declaración de antología: "No leo novelas porque no tengo tiempo", dijo el ministro de economía. "La vida es muy corta. Siento que si leo una novela es tiempo que le estoy quitando a aprender algo".

Una irresponsabilidad expresarse en forma tan liviana, sobre todo en un país cuyo nivel de comprensión lectora es paupérrimo, como lo demuestran las sucesivas evaluaciones de la OCDE. ¿Importa entonces revertir esta situación para contribuir a una sociedad integrada? ¿Qué es ganar tiempo? ¿Y para aprender qué?

La lectura implica paciencia, volcarse a sí mismo para terminar entendiendo a los demás, al otro, a ese que sufre, que desea, que sueña y que tiene miedo. Leyendo novelas -como ha dicho Pamuk- se pueden comprender las circunstancias que llevaron a los personajes a ser lo que son, y ese ejercicio de empatía, de ponerse en el lugar del otro, me parece que es una de las mayores lecciones de civilidad. Los personajes de las ficciones, como lo demuestran La Odisea, Madame Bovary o Moby Dick, no son muy distintos a los hombres y mujeres de carne y hueso. La novela no es sinónimo de falsedad. Están escritas para dar cuenta de las complejidades de la realidad, y para soportar las frustraciones y precariedades de la vida. Un personaje de Vargas Llosa lo dice mejor: "La vida es un tornado de mierda, en el que el arte es nuestro único paraguas".

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