Frente ¿Amplio?

Boric


Carisma, talento y novedad son atributos imbatibles en política cuando se dan juntos en una persona o en un grupo, probablemente por ello es por lo que el Frente Amplio irrumpió tan fuerte en los últimos cinco años, porque uno puede -como en mi caso- discrepar prácticamente en todo con su discurso, pero nadie puede dudar que emergieron con la dupla Boric y Jackson derrochando esas cualidades. "Cabros" que se veían honestos, fuera de los convencionalismos del poder, que no transaban y que empujaban a "los mismos de siempre" fuera de su zona de confort, era lo que proyectaban, gracias a lo cual tuvieron espacio y buena acogida en los medios.

Ser sólo dos parlamentarios tenía una ventaja adicional: estaban en la formalidad del poder, pero seguían siendo una expresión testimonial, por lo que les bastaba con asumir posiciones, aunque no requerían de tomar decisiones. El resultado en la primera vuelta presidencial y en la elección parlamentaria cambió radicalmente el escenario, en la Cámara de Diputados ahora son una bancada en forma y, como toda agrupación política de ese tamaño, llegó la diversidad, con las enormes diferencias que emergen, con las disputas por el liderazgo y con los proyectos personales que inevitablemente se expresan. En pocas palabras, carisma sí, pero de unos pocos; talento, menos aún; y novedad, bueno, a estas alturas casi ninguna.

Entre el diputado Raúl Florcita Motuda, que celebra que no hayan ganado la presidencial, las críticas permanentes de Mayol, los incordios con la diputada Jiles y la renuncia parlamentaria del diputado Mirosevic, en pocos meses se han convertido en un grupo lleno de querellas, desacuerdos acerca de su proyecto y están muy lejos de la imagen esa de "cabros" preparados de antaño.

Todo lo anterior sería perfectamente anecdótico si no fuera por una razón: la falta total de liderazgo entre los sucesores de la Nueva Mayoría hace que, con todos sus problemas, ejercen una atracción indiscutible y fatal entre los dirigentes de la oposición. A esto se suma que no se ve un candidato de la antigua coalición gobernante capaz de derrotar a los dos o tres que se perfilan claramente entre ellos.

Sin embargo, esa vocación por la pureza que los inspira parece ser el camino a su perdición, ahora que tendrían que hacer honor a su nombre y abrir su espectro buscando la amplitud necesaria para llegar al poder, empiezan a chocar con el mesianismo juvenil que los llama a cambiarlo todo. Al fin y al cabo, aunque sea duro de reconocer y expresión de un cierto cinismo: o se transa o no se gobierna; eso ya lo aprendieron otros jóvenes que, en otra época, prometían avanzar sin transar y hoy ocupan sillas en importantes directorios.

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