Gato por liebre



SEÑOR DIRECTOR:

La función de “delegación” es fundamental en las ciencias sociales, particularmente en la economía y la política. Su principal riesgo es que aquellos en los que recae la “delegación” abusen del poder que reciben. En el extremo podrían confundir la delegación con la abdicación.

En el influyente libro: “The Modern Corporation and Private Property” (1932), Adolf Barle y Gardenier Means argumentan que, esencialmente debido a la dispersión de propiedad, la delegación de poder desde los accionistas a los administradores, que genera una separación entre el control de la compañía y los propietarios, implica un grado considerable de discreción a los administradores que podrían usar ese poder en busca de sus propios objetivos o, definitivamente, en contra de los intereses de los mismos dueños.

Posteriormente, Jensen and Meckling (1976), Mirrlees (1976), Stiglitz (1975) y otros, desarrollaron formalmente la teoría del agente-principal. El agente es el “delegado” que debe lograr un objetivo encomendado por el “principal”, que es quien “delega” la autoridad para llevarlo a cabo.

Se puede hacer una analogía casi directa con lo que ocurre en la Convención Constitucional (el agente). Sus miembros fueron electos por la ciudadanía (el principal) para redactar una nueva Constitución: la “casa de todos”, que permitiera fijar las reglas para relacionarnos y tomar decisiones, permitiendo al proceso democrático definir, de acuerdo con las preferencias de la sociedad, expresadas en los ejercicios electorales, las correspondientes materias de política pública.

Sin embargo, en estos meses y ya cerca del cierre de los plazos, hemos visto a la Convención transitar desde un proyecto de Constitución a algo que se acerca más a una propuesta para gobernar, lo que resta grados de libertad al proceso democrático futuro, afectando no solo el debido ejercicio de la voluntad soberana, sino también obligando a las personas a pronunciarse en el plebiscito de salida por algo que no estaba contemplado: un programa de gobierno. Es decir: “gato por liebre”. En otras palabras, la Convención ha abusado del “poder delegado”. Es eso lo que muestran las encuestas; se encomendó una tarea y se está haciendo otra.

Alvaro Clarke De la Cerda

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