Gobernar en tiempos inclementes



Por Sergio Muñoz Riveros, analista político

Con el ajuste ministerial, Piñera buscó dar un nuevo aire a su gobierno y, al mismo tiempo, reparar las fracturas de una coalición en la que, después de lo ocurrido con los fondos de pensiones en el Congreso, parecían incontenibles el oportunismo y la desafección. El mensaje a los partidos oficialistas es claro: cualquier intento de alejarse del gobierno conduce a las sombras y la deslealtad no gana intereses. En suma, la suerte de la centroderecha está unida al juicio ciudadano sobre lo que haga o no haga el gobierno en los 19 meses que restan, cuando se recorrerá el tramo más difícil del camino, pues estará en juego la posibilidad de que el país supere las dificultades, que la democracia no se debilite, que la economía vuelva a crecer y que la población sienta el apoyo del Estado. Si agregamos a esto el malhadado plebiscito y sus derivaciones, más todas las elecciones del próximo año, se podría decir que está casi todo en juego.

Por temperamento, Piñera tiende a ser un gobernante omnipresente, que quiere estar enterado de todo y participar en todo. Las crisis sumadas de la violencia, la pandemia y la recesión económica acentuaron esas características. Hay que reconocer su resistencia, pero hoy necesita dejar espacio para que los ministros ejerzan plenamente sus tareas, con iniciativa y energía. Dicho de otro modo, será mejor que el Mandatario actúe más como Jefe de Estado que como jefe de gobierno. Es cierto que en la tradición presidencialista de Chile, ambas funciones se combinan de acuerdo al criterio del gobernante, pero hoy se requiere que Piñera modere su exposición pública y entregue poder real a sus ministros.

El reto inmediato es acotar la agenda y buscar un modus vivendi con el Congreso. La Moneda tiene que dialogar con todos los que estén dispuestos a reforzar la gobernabilidad y la estabilidad institucional. Sin perjuicio de ello, el Ejecutivo debe usar sus amplias atribuciones para contrarrestar los daños de este período y mostrar en los hechos, por ejemplo con el estímulo a la creación de empleos, que hay un horizonte mejor.

La buena noticia es el retroceso de la pandemia, lo que permitirá que el país retome gradualmente las actividades que estuvieron detenidas o a media máquina. ¿Irán a decir algo aquellos que en junio gritaban que la política sanitaria había fracasado y exigían la formación de un comité con alcaldes y gremios para llevar las cosas hacia otro lado? Por desgracia, el virus de la demagogia es demasiado resistente. 

El nuevo comité político necesita encarnar el sentido nacional frente al espíritu tribal, la racionalidad frente al frenesí, la voluntad de reconstrucción frente al negativismo, el fortalecimiento del estado de derecho frente a la violencia. Será mejor si muestra coherencia y explica lo que hace, si transmite un mensaje de  esperanza. Para levantar el país, hay que unir a la mayoría de los chilenos.

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