Graves cuestionamientos al sistema electoral

Sugerir, como han hecho algunos, que en la Convención Constitucional la centroderecha, por ir en una lista única, podría quedar “sobrerrepresentada” obvia la lógica de todo sistema electoral.



Cuando estamos a poco más de un mes de las elecciones que, entre otras cosas, definirán la composición de la próxima Convención Constitucional, han venido creciendo voces que sugieren que el oficialismo podría quedar sobrerrepresentado. Según quienes plantean esa tesis, el hecho de que la oposición se haya dispersado en varias listas ofrece un escenario propicio a la centroderecha. Incluso ello ha llevado a que surjan voces cuestionando el mecanismo electoral e instalando una semilla de duda sobre la legitimidad del resultado final. Una peligrosa argumentación que carece de todo fundamento.

Quienes sugieren la supuesta “sobrerrepresentación” que eventualmente obtendría la centroderecha parten de un supuesto equivocado. Se sostiene que mientras el oficialismo logró ir en una única lista junto al Partido Republicano, la oposición fue incapaz de llegar a acuerdo para competir en forma unificada. Eso sugiere que la razón de ese fracaso fue netamente de gestión política y no ideológico y que la oposición es un bloque que compartiría un similar ideario de país. Sin embargo, en los hechos queda claro que los distintos partidos que hoy se ubican a la izquierda del actual conglomerado de gobierno están lejos de ser un grupo homogéneo.

En los hechos, no existen dos bloques contrapuestos -oficialismo y oposición-, sino que en la oposición abunda una amplia variedad de propuestas que van desde la extrema izquierda hasta la lista “Independientes con Chile” que reúne a ex figuras democratacristianas como Mariana Aylwin. Un abanico de visiones de país que difícilmente pueden agruparse en una sola coalición de centroizquierda. Por ello, sugerir que un eventual resultado favorable a la centroderecha en abril será fruto de la incapacidad de su contraparte de alcanzar un acuerdo unitario obvia las profundas diferencias ideológicas que existen en esa contraparte.

Pero a lo anterior se suma otro punto aún más relevante. Desde noviembre de 2017 comenzó a operar en el país un nuevo sistema electoral que dejó atrás el modelo binominal que había regido desde el retorno a la democracia. Su modificación fue producto de intensas demandas de distintos sectores políticos que apelaban por un sistema proporcional que permitiera una mayor representatividad de las distintas fuerzas políticas y les diera espacio a grupos minoritarios. Algunos incluso culparon al sistema binominal del desinterés por participar en las elecciones.

Si bien ningún sistema electoral es perfecto, resulta sorprendente que hoy, cuando existe una nueva fórmula que permite la elección entre una multiplicidad de propuestas, algunos entren a discutir la inconveniencia de que así sea. Toda democracia debe dotarse de un mecanismo para elegir a sus representantes y una vez que éste se adopta todos deben respetar el resultado que ese mecanismo genere. Hablar por ello de “sobrerrepresentación” no solo es falso, sino que olvida la lógica de un sistema electoral: los distintos grupos no quedan “sub” o “sobrerrepresentados”, sino que logran la representación que el sistema les otorga. Pero más grave aún, perseverar por ese camino puede terminar poniendo en cuestión la legitimidad de un resultado, minando la confianza en el sistema y debilitando la democracia.

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