Gritan los Niños

Militares resguardan Bomaba Maipu
Foto : Andres Perez


El grave momento por el que atraviesa nuestro País, sin duda definirá un itinerario hacia la normalidad que requiere del diálogo de todas las fuerzas sociales y un gran esfuerzo por legitimar espacios de confianza con el mundo político. Este ejercicio, en ningún caso debiera significar asumir con populismo prioridades que se alejen de aquellas que deben ser resueltas con urgencia, pero también las que son importantes para avanzar en el futuro de una infancia y juventud que ha movilizado la agenda no sólo en Chile, sino también en el Mundo.

Debemos apuntar a las causas más profundas del malestar social, entender que la violencia surge cuando no somos capaces de garantizar espacios de convivencia desde la primera infancia, cuando no contamos con un entorno seguro que desarrolle las habilidades sociales, cuando la profunda inequidad se traduce en deserción, en abandono, cuando para vivir cerca de escuelas y hospitales se habitan "Ghettos", cuando el trabajo es precario y obliga a Padres y hermanos a viajar 1/3 de su día y llegar a casas sin fuerza para escuchar y contener, cuando agotados y sobrepasados los maestros no son los referentes de los niños, cuando nuestros abuelos mendigan salud y con suerte llegan a fin de mes, cuando hemos crecido viendo a nuestros amigos hacerse grandes con el Alcohol y las drogas, formar pandillas para mostrarnos que logramos lo que queremos sólo por la fuerza, cuando crecemos abusados y en la explotación de un adulto que debiera protegernos, cuando a nadie le importa si vivo en la calle, si desaparezco o si me matan.

Si queremos  de verdad cambiar el rumbo que nos ha llevado a esta crisis,  esta debiera ser la más importante de nuestras prioridades, más que una tarifa, más que una agenda tributaria con ganadores y perdedores, ajena del slogan fácil y comprometida con quienes realmente pueden construir una sociedad a la que hemos sido incapaces de responder con Justicia. La Infancia está gritando y no podemos seguir sordos, grita porque la hemos marginado, criminalizado, grita para saber que existe y que hay otros con ella en su soledad, grita porque ve un mundo distinto que nos es ajeno, siente impotencia de la respuesta soberbia del mundo adulto.

Tenemos una oportunidad de dialogar, pero hagámoslo con honestidad, escuchemos a los niños y niñas, pongámonos en su lugar y construyamos con ellos un nuevo modelo de sociedad. Transformemos hoy su realidad combatiendo la exclusión que sufren, la de sus familias y comunidades, no desde un gabinete, o tramitando eternos proyectos de Ley, sino en sus casas con sus padres y hermanos, en los barrios donde está su escuela y sus amigos, con la sociedad civil que trabaja en la frontera donde pocas veces el Estado ha llegado y que siempre ha estado dispuesta a colaborar con él.

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