Hambre, ollas comunes y pandemia



Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach

“Tiempos de hambre/la convicción y no la prisa/nos une como enjambre…”. Extractos de unas décimas de Zulema Contreras con las que se inició una conversación virtual de dirigentes y dirigentas de ollas comunes de Puente Alto, el barrio Yungay y Quilicura, convocados por la corporación Ciudad Común, para conocerse y compartir sus experiencias; contar cómo se ayuda entre vecinos y vecinas con lo poco que hay en tiempos de cuarentena, cesantía, enfermedad y miedo.

En el barrio Yungay tienen 17 ollas comunes donde la más pequeña atiende a 10 personas y la más grande a 37 personas, entre ellas, 20 niños y niñas de varias casas que no tienen que comer. En Puente Alto, en Bajos de Mena, un grupo de amigos y amigas comenzaron sirviendo almuerzos en la plaza y ahora cada vez más personas van desde sus casas con sus ollas o platos a pedir comida todos los días. En Quilicura, varias mujeres cocinaban almuerzos los sábados y domingos como una acción solidaria, ahora lo hacen a diario. Cocinan desde una junta de vecinos, después de que otras juntas de vecinos les dijeran que no, que se podían meter en algún problema.

Ninguno de ellos recibe ni un poquito de ayuda, ni de su municipio ni menos del gobierno central. Se ayudan entre ellos, entre vecinos, usan redes sociales para contar qué necesitan, buscar aliados, recolectar comida, datos, insumos, transporte para acarrear sacos de papas o de legumbres. Corren listas para que se inscriban las y los voluntarios para cocinar, lavar los platos, servir. Voluntarios para llevar en sus autos los platos de comida caliente, bicicletas para entrar en lugares donde los autos no caben. En los tres barrios, lo que más los moviliza es alimentar a los niños, las niñas y las personas mayores que están postradas, solas, porque la calle los asusta.

Esto que es una descripción breve, no es solo de ahora, es de hace meses. No es una descripción sobre las cajas de alimentos que los políticos transan en busca de votos en tiempos de pandemia, con su nombre impreso para que los recuerden, que reparten con cámaras de televisión solo por una vez, sin ninguna dignidad ni cariño. En esos barrios de Quilicura, Puente Alto y Santiago se hace solidaridad popular, permanente, comprometida. Una de ellas decía: “nos han frenado muchas veces, pero aquí estamos, y somos cada día más”. La joven dirigente de Puente Alto lo resumía así: “abandonados, sin trabajo, sin salud y sin comida”.

¿Y dónde está la política? La política está en los salones, ahora en reuniones virtuales para escucharse y recomendarse acciones a seguir, todas muy documentadas, pero tan lejos de lo que sucede. El martes se reunió el Senado para evitar quedarse fuera de la cuarta o quinta reelección. Y aunque a ellos (y sus partidos) les encantan las personas jóvenes o comprometidas que trabajan en terreno, la verdad es que deben seguir a cargo del país por otros 30 años porque son imprescindibles. Ellos sí saben lo que hay que hacer. Sin convicción, pero con prisa.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.