Hambre

Una mujer del campamento El Triángulo de Chivilcán sirve la comida que cocinaron en ollas comunes. FOTO: ROCIO CUMINAO ROJAS/AGENCIAUNO

¿Se nos olvidó acaso el hambre? ¿O se ocultó bajo las cadenas de comida rápida y el acceso del crédito? ¿Acaso parecía desapercibida en las noticias o en las discusiones parlamentarias?



Qué desolador es saber que hay mucha gente pasando hambre. Un hambre que se nos aparece cada cierto tiempo en forma de protesta social. La historia del hambre en nuestro país tiene larga data. A principios de siglo tuvimos varios años de protestas por esta causa -recordemos la Huelga de la Carne-, y para qué hablar de la crisis económica de 1982, que trajo consigo protestas en contra de la dictadura y en contra del hambre. En ese sentido, pareciera que nunca se ha ido, solo se ha transformado y ocultado de diversas maneras.

Tratemos de despejar un poco el asunto porque, a pesar de las “repeticiones”, las cosas han cambiado para bien y para mal a la vez. Es cierto que la desnutrición infantil ya no es un problema generalizado. Durante todo el siglo XX diversas políticas públicas se dedicaron a mejorar la alimentación de la ciudadanía. Eloísa Díaz, primera doctora chilena, se preocupó muchísimo por la alimentación escolar para así asegurar el bienestar de los niños y niñas de Chile, ya que una buena salud impactaba directamente en su formación educacional. En los años ’30, por ejemplo, se creó el Comisariato General de Subsistencia y Precios con el fin de fijar precios a insumos básicos para asegurar que todos pudieran acceder a ellos. Pero luego de la dictadura esas políticas se modificaron por subsidios.

A pesar de la idea de Estado subsidiario que tuvo ciertos resultados, sin duda, hoy las ollas comunes y las protestas en contra del hambre nos recuerdan tantos otros momentos similares. Sin embargo, a muchos nos sigue sorprendiendo.

¿Se nos olvidó acaso el hambre? ¿O se ocultó bajo las cadenas de comida rápida y el acceso del crédito? ¿Acaso parecía desapercibida en las noticias o en las discusiones parlamentarias?

Estoy consciente de que estamos en medio de una crisis sanitaria y, obviamente, económica. No es una situación ideal. Este escenario muestra, de manera brutal incluso, la precariedad del mercado laboral donde miles de chilenos viven el día a día sin posibilidad de planificación ni ahorro. En una crisis eso simplemente no funciona, con suerte lo hace en un estado normal. Ante trabajos cerrados y empresas quebrando (algunas salvándose el pellejo solas) aparece el hambre inmediatamente. El fin de mes apoyado por la tarjeta de crédito, que simplemente es deuda, hoy muestra que su efectividad es cortoplacista. Ante cualquier crisis estos mecanismos son los primeros en mostrar la pobreza que ocultan.

Pero estoy segura de que esto lo sabíamos. Mi pregunta es por qué lo dejamos de ver y si, cuando todo vuelva a la normalidad, volveremos a mirar para otro lado. ¿No es acaso la oportunidad de mirar la pobreza a que nos enfrentamos? Mirar una pobreza que no es tan brutal como en 1900, sin duda, pero que se manifiesta al primer soplo de una ventolera. Donde el acceso a servicios e insumos básicos pasa, en gran parte, por la billetera individual, y en la mayoría de los casos, nunca alcanza. Y hace rato que sabemos que no alcanza. Probablemente el hambre que siempre estaba ahí era una sombra que acechaba el diario vivir de miles de familias chilenas. Un fantasma que, día a día, se asomaba a recordar que, ante cualquier evento desafortunado, la angustia de no tener comida en la olla volvería. Y volvió. Mientras tanto, los senadores engordan en los escaños.

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