Homenajes postmortem y doble discurso



SEÑOR DIRECTOR

Me ha causado sorpresa la actitud de algunas instituciones ante el sensible fallecimiento de Alberto Fouillioux. Entiendo que esas instituciones tienen hoy otra gente a cargo, pero considero que se ofende a quien además de ídolo deportivo y gran comunicador fue un hombre bueno, culto y generoso, toda vez que quienes no reconocen que actuaron mal instalaron una especie de posverdad.

Quienes tuvimos la oportunidad de escuchar de los labios del propio Alberto, conocemos el profundo dolor que le causó la forma como lo trató canal 13 en su hora de mayor necesidad, dolor que también le ocasionó otra institución para él muy querida, como era el Club Deportivo de la Universidad Católica, que tampoco lo respaldó como esperaba.

Le cerraron todas las puertas usando como pretexto una difícil situación legal que no tenía nada que ver con su desempeñó laboral, trayectoria y lealtad. Y eso no solo le dolió, sino que le afectó en lo más profundo de su ser. Si lo menciono es porque su caso debiera ayudarnos a superar una situación de doble discurso que se ha prolongado demasiado tiempo, en que a los grandes, como fue Tito, los méritos se les reconocen después de muertos y se les rinden homenajes que debieron haberse traducido en lo que faltó en vida: una simple mano fraterna.

Ricardo Israel Zipper

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