Horror y error

maduro
Maduro en un desfile por el 208° aniversario de la Independencia de Venezuela.


Venezuela se retuerce con dolores de agonía. La están matando el hambre, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos. Y aunque concediéramos que el bloqueo y el asedio internacional juegan un papel en la crisis humanitaria, no puede dudarse que el 90% de esta catástrofe recae directamente sobre los hombros de Nicolás Maduro y la cáfila de militantes y militares que lo siguen en su empeño de perpetuarse en el poder.

Tanto en Chile como en el resto del mundo hubo una izquierda con simpatía por el experimento del "socialismo del siglo XXI".

Estaban, en primer lugar, quienes decidieron que los éxitos electorales de Chávez eran argumento suficiente para hacer la vista gorda con el culto a la personalidad, la concentración de poder y el hostigamiento a los medios independientes. El hecho que Maduro siguiera manteniendo la fachada de "elecciones" (cuando él quiere y como él quiere) llevó a que esta izquierda no tuviera la claridad de hablar de dictadura sino hasta fines de 2018 (esta fue, por lo demás, la postura lamentable de casi todo el Frente Amplio, Revolución Democrática incluida).

Y si hace cinco o diez años atrás intelectuales de la izquierda europea (anti-socialdemócrata) como Juan Carlos Monedero y Chantal Mouffe aplaudían el radicalismo democrático del chavismo, hoy tratan de deslindar toda responsabilidad intelectual. En una entrevista reciente, Mouffe llega a decir que siempre compartió con Bobbio el respeto a las instituciones del liberalismo político (desgraciadamente, para ella, muchos de nosotros todavía conservábamos los libros en que ella y Laclau secretaban desprecio por dicha tradición).

Hay otra izquierda que solo ha empezado a criticar al chavismo cuando empezó a ser evidente su fracaso económico y social. Poco les importaba hace cinco o diez años que se hubiera cercenado la independencia de los tribunales o que las Fuerzas Armadas pasaran a ser guardia pretoriana de un partido. Estos son, por supuesto, los mismos que seguirán cantando loas a China y a Cuba.

Existen, finalmente, aquellos incondicionales que seguirán defendiendo a Maduro y cía., sin importar lo que digan Amnistía Internacional, la OEA o las Naciones Unidas. En esta línea, resulta penoso que el casi centenario Partido Comunista chileno, el de Luis Emilio Recabarren y de Gladys Marín, en el que militaron cientos y miles de perseguidos, torturados y asesinados por la dictadura de Pinochet, no haya sido capaz de sumarse, con claridad, a la condena contra los atropellos cometidos por el Estado venezolano en los últimos años. Yo puedo entender, por supuesto, que los comunistas condenen el intervencionismo norteamericano. Lo que no comprendo es que relativicen la gravedad de la tortura o la ejecución de prisioneros sobre la base de argumentos de contexto. Igual que la UDI cuando pide poner contexto a las aberraciones de la DINA y la CNI.

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